martes, 23 de octubre de 2018

Baño turco en Estambul



Tenía todos los servicios de mi viaje a Turquía contratados, cuando en Facebook vi un video acerca de los baños turcos.
A decir verdad, hasta ahora poco me había interesado el tema y, en mi ignorancia, creía que sólo se trataba de ir a sudar a un sauna y punto.
En el video se veía toda otra experiencia placentera, con masajes reconfortantes, oleajes de espuma y relajación.
Cansada como estaba tras el largo tirón de la jornada diaria de trabajo, puse manos a la obra y comencé a googlear el tema.
Muchos lugares ofrecían el dichoso masaje, pero sólo dos llamaron mi atención: Cemberlitas, el más antiguo de Estambul, cuya construcción había sido encargada al arquitecto Mimar Sinan por la Sultana Nurbanu (nuera de Suleymán) allá por el Siglo XVI y había funcionado ininterrumpidamente desde ese momento; y el Suleymaniye, también construido por Sinan, que había venido funcionando con interrupciones y refacciones mediante; único mixto (cosa que podía ser interesante para parejas, pero a mí no me gustaba ni medio). 
Esos dos quedaron como finalistas no sólo por los servicios sino fundamentalmente por la historia.
Comencé a leer referencias y muchos se quejaban del trato de los masajistas en Cemberlitas, donde aseguraban que daban verdaderas palizas, y por alguna razón recordé esa famosa escena de la película de Queen Latifah, cuando en el lujoso hotel de Karlovy Vary le quita a la masajista la ramita y comienza a pegarle ella!!
No sé por qué (ya que ni siquiera era más económico), si acaso fue mi espíritu masoquista, pero terminé de decidirme por Cemberlitas y así hice la reservación para el último día de mi estadía en Estambul, a las 10:30, cosa de no tener que madrugar y poder seguir andando el resto del día.
Hacia la mitad de mi viaje, las opiniones de las compañeras de tour que habían probado el dichoso baño turco (ofrecido en todos y cada uno de los hoteles) me desanimó un poco. Hablaban del calor insoportable del lugar, de las palizas que pegaban las masajistas turcas, de cómo te baldeaban con agua, teniendo que contener el aire para no ahogarte, o de la forma en que resbalaba tu cuerpo por el mármol caliente.
Eso, sumado a mi temor de ir sola y de ser una hipertensa a la que no sé cómo caería el calor excesivo, hicieron que mi ansiedad y mis temores fueran in crescendo a medida que se acercaba el momento.
Y después de la experiencia del globo, que tanto había idealizado y se convirtió casi en una pesadilla, ya podía esperar cualquier cosa.
El día indicado -por temor a no encontrar el lugar, o de puro ansiosa nomás- llegué casi una hora antes.
Di vueltas por el barrio un buen rato hasta que un turco comenzó a seguirme y darme conversación (son realmente atrevidos y hay que cortarles el chorro de entrada), así que decidí entrar.
Una chica muy agradable me recibió hablando un perfecto inglés.
Le dije que tenía una reserva y ella pareció no encontrarla, ni interesarle que hubiera llegado con tanta anticipación. Entonces me preguntó qué tipo de masaje quería.
Ahí mis antenas se pararon de golpe. Le dije que tenía la reserva del masaje hecha y paga. Y al mencionar el pago comenzó el problema.
Me pidió un voucher que no tenía, sólo el itinerario en español, que era como darle a leer un texto en sánscrito!! 
Afortunadamente también había llevado el teléfono de mi contacto en Estambul, así que (muy diligente) la chica se comunicó con este señor mientras me invitaba a sentar y me hacía servir el clásico tecito.
Un rato después todo estaba aclarado. Entonces me entregó una bolsita de tul y me invitó a subir a los cambiadores.
El lugar tenía dos o tres pisos, con balcones de madera que daban hacia unos sillones en el centro. Un piso era sólo para mujeres y otro sólo para hombres. Cada piso estaba dividido en habitaciones pequeñas con lockers con llave, donde se podía encontrar una especie de pareo para atarte alrededor del cuerpo y un par de chinelas.
En la bolsita había un jaboncito, un guante para exfoliar, una bombacha de lycra y otra tableta azul, que creí era un jabón extra.
Por supuesto que la bombachita no me iba ni en un cachete, pero como había sido previsora, tenía una propia extra. Me quité el resto de la ropa, enroqué como pude en mi voluminoso cuerpecillo el "pareo" y con fuerza metí mis 45 en las chinelas.
Cuando estuve lista, cerré el locker, colgué la llave en la muñeca, ya que tenía una pulserita de goma (que me iba!!), y descendí a la zona del baño propiamente dicha.
Cuando entré al "sauna" creí que me moría. El calor era asfixiante!!!!! Tan asfixiante como fascinante el lugar. Redondo, enteramente de mármol, tenía una especie de mesada octogonal al centro y arcos y columnas a los costados. En cada uno de estos compartimientos entre columnas,  una canilla antigua, con su bacha de mármol. En el techo la cúpula, decenas de agujeritos por los que entraban los rayos de sol, daban un toque místico al lugar.
Me senté en la "mesada". Estaba tibia, muy confortable, pero seguía sin saber por cuánto tiempo aguantaría tal temperatura.
Junto a mí dos mujeres más estaban en medio de su masaje, tendidas sobre sus "pareos" en la "mesada". 
Las masajistas atendían en ropa interior (no hubiera podido ser de otra manera, a causa del calor) y, lejos de ser figuritas, tenían cuerpos normales, lo que hacía que al menos no pensara en la vergüenza de mostrar mi panza y mis pechos enormes a desconocidas.
Una de ellas me llamó y me invitó a quitarme el pareo, tenderme sobre él boca abajo y comenzó a volcar sobre mi cuerpo agua tibia, con mucha delicadeza (al menos no me baldeaban!!). Tomó el guante exfoliante y lo pasó por todo mi cuerpo: primero boca abajo, luego boca arriba y más luego, sentada, devolviéndome la vitalidad en mis pobres miembros desarticulados al final del viaje.
Volvió a enjuagarme y estando de boca al mármol, sentí algo parecido a una caricia. No era agua... era espuma!!! La sensación era muy placentera y relajante.
Cuando se hubo desparramado la espuma, comenzó a friccionar el guante contra mi cuerpo, hasta quedar hecha una versión de la pantera rosa en ese capítulo que se mete en una lavadora.
Hecha una bola de espuma, volvió a traer cuencos de agua y enjuagó mi piel, que a estas alturas tenía la textura de la de un bebé.
Más adelante me invitó a calzarme (lo que hice con sumo cuidado porque tenía terror a resbalar en medio de tanto mármol) y a sentarme en un escalón al suelo, al lado de una de las canillas del costado. Entonces fue el turno de mi pelo.
En otra vida debo haber sido perro porque amooooo que me toquen la cabeza, así que por poco me duermo mientras me masajeaban el pelo!!
Luego de un nuevo enjuague, tendieron mi pareo sobre el mármol del centro y me invitaron a recostar.
Entonces todo el ruido de agua se apagó y sólo quedamos las tres mujeres solas en medio de un silencio sólo alterado por el sonido de algunas gotitas perdidas al caer, en un estado de completa relajación.
El calor ya era historia, ni lo sentía.
Allí estuve hasta que quedé sola y decidí levantarme también.
Afuera, me envolví con un toallón y me senté a esperar con mi bolsita de tul en la mano.
En eso llegó una mujer que nada hablaba de inglés o español y me preguntó por la mascarilla de rostro. Yo sabía que la tenía incluída pero ella me pedía un ticket y yo no sabía a qué cazzo se refería.
Finalmente tomó mi bolsita y sacó lo que yo creí que era un jabón. Esa ficha azul era el ticket!!! Claro, hubiera sido inútil entregarme algo de papel en medio de tanta agua.
Tomó la ficha y regresó con un cuenco lleno de una especie de barro que aplicó sobre mi cara, cuello y hombros con un pincel.
Estuve allí hasta que el barro se endureció y quedé con expresión de la gallina protagonista de Pollitos en fuga. Entonces me invitaron a duchar!! Esta vez por mi cuenta. Sólo que no había espejo, así que quitarme el barro de la cara fue medio por intuición.
Las dos mujeres que estaban junto a mí resultaron ser españolas, así que terminé hablando con ellas en mi idioma. No les había gustado nada el bañito.
Para mí, en cambio, fue una de las experiencias más placenteras que tuve, después de las piedras calientes, que siguen primeras en el top ten de masajes corporales.
¿Se animarían? Realmente lo recomiendo. Vale la pena probarlo!!!