domingo, 23 de octubre de 2016

Delfos y Meteora: toda una aventura!!



Cuando originalmente planeé mi viaje a Grecia, sólo pensé en la historia de Atenas y en conocer alguna de sus paradisíacas islas. Mas una persona que ya había viajado me dijo: ¿cómo vas a ir a Grecia y no conocer Delfos y Meteora? La verdad es que tenía idea de la historia de Delfos, pero ni en sueños había oído hablar de Meteora, así que lo googleé y quedé fascinada por ese paisaje casi irreal, con sus antiguos monasterios flotando entre las nubes, como una prolongación de las montañas.
Encontré una extensión de dos días de mi tour y lo contraté.
Hasta el momento había tenido días lindos y días excelentes, sol a pleno!! por lo que pensaba que Grecia era el lugar menos lluvioso del planeta, o bien no estaba en temporadas de lluvia, hasta que amaneció esa mañana.
La densidad de las nubes iba aumentando a medida que nos acercábamos a las montañas. Entonces la guía lanzó la frase mortal de que allí siempre llovía, que era el lugar más fértil de Grecia. De hecho me llamó mucho la atención cómo iba cambiando ese paisaje árido por bosques y zonas cultivadas.
En realidad debería partir desde el principio para relatar completo mi "padecimiento".
Partimos de mi hotel puntualmente a las 8 y subí a un bus que iba con unas 20 personas, por lo que elegí un cómodo asiento sola, sin nadie delante ni atrás, para así poder ubicar bien mi metro de piernas sin molestias. Hasta pude elegir la ventanilla, despejada de barritas divisorias que molesten a la hora de hacer fotos (pobre ingenua!!)
Partimos, buscamos unas personas más, hasta que nos detuvimos en la Terminal. Y allí sobrevino la pesadilla: nombraron a unas seis personas que tendríamos que mudar de bus. Cuando bajé un pensamiento se me escapó en voz alta: "ahora nos van a amontonar en otro bus".
La guía me oyó y dijo alegremente: "No, van a ir a un bus más grande".
Genial!!... entramos al bus más grande, lleno hasta los portaequipajes!!
Afortunadamente encontré un asiento doble y me acomodé: sola. Subieron más personas pero sólo quedaron dos asientos libres, uno era el mío.
Viajé así hasta Delfos, disfrutando de mi propia compañía. Y entonces la turra guía de turno anunció que pasada la visita de Delfos, dejaríamos a 18 pasajeros y subirían 19, por lo que quedaría un solo lugar libre y no sería el mío, ya que querían que el último del medio que daba al pasillo quedara sin ocupar.
Eso ya me puso de mal humor. Y la visita a Delfos agrió más mi humor resentido. En la parada previa ya nos pidieron que lleváramos paraguas porque se esperaban lluvias fuertes.
Cada viaje a Europa tengo que comprar un paraguas. Con éste voy por el tercero!! y si lo traigo en el equipaje, seguro que es para cargar peso porque no llueve. Qué bronca!! Un paraguas más!! pero lo importante era que no lloviera.
Comenzamos el recorrido por el santuario de Delfos con nubes gordas pero  sin que caiga una gota. La guía nos prohibió hacer fotos para dar explicaciones y postergarlo para la bajada... gil!!!! a la bajada llovía tanto que era casi imposible tomar fotos!! Encima, recién a la noche advertiría que mi cámara estaba en modo “foto de paisaje nocturno” por las fotos que había tomado la noche anterior, por lo que todo salió opaco y más deslucido aún!!
Para cuando nos dio tiempo libre, comenzó a caer agua.
Nos indicó que era maravilloso subir hasta el estadio, en lo alto del santuario. En lo MUY ALTO!!!
Si la subida ya era dificultosa, imaginen con agua!!... tratando de no mojar la cámara, con el paraguas chorreando, mirando dónde poner los pies para no resbalar con esas piedritas tan traicioneras… fue un calvario!!
Encima sin saber si podríamos ver o no el dichoso estadio, ya que en  días de lluvia cerraban el camino para evitar accidentes!!
Creo que si hubiera hecho semejante esfuerzo para llegar y encontrar el camino cerrado, me hubiera convertido en Michael Douglas en “Día de furia”, aniquilando griegos!!
Pero no, afortunadamente el camino estuvo abierto y pude tomar fotos de todo, excepto de mi cara, que era una explosión roja de sofocación, cansancio y rabia, con el pelo chorreando pero no por el agua de lluvia,  sino de transpiración!!!
Inicié el descenso con mucho cuidado, ya que era más peligroso que el ascenso, pero apuré el paso para el museo, donde nos esperaría la guía.
Éramos varios, todos los que habíamos subido hasta el estadio, porque había sido imposible cumplir el horario previsto sin tortearse contra el piso de un resbalón.
No encontrábamos a la guía.
Decidimos entrar por nuestra cuenta al museo y allí estaba. Ya había comenzado las explicaciones.
Todo muy interesante, pero era tal la cantidad de gente (empezando por  los más de 60 que éramos nosotros) más lo transpirada y chorreada que estaba, que no pude disfrutarlo como hubiera debido.
Salimos y nuevamente al bus hasta una taberna donde almorzamos.
Post almuerzo vino el recambio de pasajeros y ahí sí me tocó compañía: una rubia con cara de orto que vio de mala gana compartir el asiento conmigo.
Me hice todo lo chiquita que pude. Es más, viajé contracturada para no molestar, pero los asientos eran estrechos y todavía ahora no sé qué posición de yogui adopté para que mis piernas entraran en ese diminuto lugar.
De ahí en más, lluvia, niebla y curvas y más curvas.  
Y yo, pobre tonta,  que pensaba tomar fotos!!! Sólo hubiera podido capturar gotitas de agua en los vidrios empañados.
Último asiento, mareada a más no poder, enrollada para poder entrar... rememoré mi infancia cuando me descomponía el transporte terrestre.
Sólo rogaba no tener que vomitar porque ahí sí que sería el súmmum!!!
Llegamos al hotel después de las 8 de la noche. Viaje largo y tedioso.
Conocí a unas españolas macanudísimas que me invitaron a recorrer un poco el centro después de cena, pero era tal el cansancio que sólo podía pensar en una ducha caliente y dormir.
Guindita en la torta: el wi fi no llegaba a las habitaciones, así que envié un par de mensajes desde el lobby y me retiré a cuarteles de invierno.
Fue una noche tormentosa, con rayos, truenos y centellas, más la lluvia que caía a baldes!!! Sólo pensaba que si seguía así el tiempo, que los demás subieran a los monasterios de Meteora, que yo no arriesgaría nuevamente mi integridad física en escaleras mojadas ni me empaparía más!!
Nos despertarían a las 7, pero desconfiada como soy igualmente puse la alarma de mi celular.
Fue premonitorio!!!!! porque a eso de las 6 me desperté para ir al baño, intenté encender la luz y nada... habían cortado la electricidad!!!!
Me acosté nuevamente y a las 7 menos mal que sonó mi celular porque los teléfonos tampoco funcionaban.
Gracias a que esta vieja chota siempre lleva una linternita en la cartera pude a tientas y con poquita luz lavarme los dientes, peinarme y vestirme, para bajar a desayunar por las oscuras escaleras.
Sé que están pensando... ¿luces de emergencia? Nooooo, no había!!! Ni luces, ni lámparas, ni velas!!!!
Así llegamos a desayunar, todos iluminando con los celulares.
Habían preparado una jarra con un litro de café... éramos dos grupos de más de 50 personas cada uno!!!! Ofrecían café frío... ni loca!!
Así que con cafecito tibión en la panza y todos peinados al estilo oscuridad, llegamos al lobby a esperar que amaneciera. Cuando fue aclarando, volvió la luz.
Por fortuna no llovió durante el paseo y pude subir todas las escaleras mojadas con cuidado pero sin mayores riesgos.
En fin, los monasterios de Meteora fue uno de los lugares más alucinantes que conocí en mi vida!!!!! Así que a pesar de los contratiempos, la lluvia y los buses torturadores, puedo afirmar que valió la pena.

lunes, 17 de octubre de 2016

Accidentada llegada a Rodas


Quienes me conocen saben que si hay un medio de transporte que detesto es el marítimo. Odio los barcos, no me gustan, mi cuerpo no los puede resistir!! Enterarme con el viaje comprado que tenía un tramo largo en ferry, con camarote incluido no fue agradable, pero después de todo, éste sería mi largamente proyectado viaje a Grecia y todo estaba permitido para cumplir mi sueño.
El ferry partiría desde Santorini a las 0:50, lo que ya era un fastidio considerando que tendría que estar haciendo huevo hasta las 23:30, hora en que el transfer pasaría por mí en el hotel.
Subí  fotos a Facebook, chateé con algunas amigas y a las 23 bajé solita mis dos pesadas valijas por escaleras (cómo gustan de los escalones los griegos!!!) para llegar a un lobby vacío y sin gente a la vista.
Evidentemente no tenían atención nocturna, ya que el lobby directamente estaba cerrado con llave, sin timbre ni campanilla alguna para llamar al encargado; así que dejé mi llave en una mesita que encontré y, a falta de lugar donde sentarme salí a esperar en el jardincito delantero, donde pude depositarme en un sillón húmedo por el rocío de la noche, mientras me congelaba a la intemperie media hora más.
Debo confesar que no sé cómo llegué con vida al puerto, en esa oscuridad tan negra y a la velocidad que íbamos en medio de una ruta peligrosa, plagada de curvas cerradas, que –como si  nada- la chofer tomaba por el medio!!!!
Por suerte me reencontré con un matrimonio australiano al que había conocido en Mykonos y juntos nos sentamos a conversar mientras tomábamos un café. La espera fue realmente larga y finalmente llegó el ferry con una hora de atraso!!!!
Hecha una bolsa de nervios tomé mi Dramamine antes del embarco.
El viaje fue un pequeño infierno, mi cabeza daba vueltas y no pude dormir más que una escasa horita entre las 6:30 y las 7:30, después de vestirme completa por pensar que habíamos llegado y sólo se trataba de una parada intermedia.
Maldormida y de muy mal humor, con la cabeza agitándose al ritmo de las olas, llegué a Rodas.
Mi primera impresión fue mala, como me había ocurrido con las otras islas griegas antes de recorrerlas.
Mi  chofer estaba paradito portando mi nombre en un cartelito, pero no apareció asistente alguna para brindarme información. Y era absurdo pedir información al pobre hombre, que ni siquiera sabía decir hola en inglés.
La primera impresión del hotel fue grata. Lo había visto previamente por internet y me había parecido una cueva, pero la habitación era amplia y confortable, con un enorme ventanal y un balcón que daban a una hermosa piscina.
Pensé que la asistente me esperaría en el hotel, pero tampoco estaba ni había dejado mensaje alguno para mí.
Busqué entre mis papeles el teléfono de la agencia para enviar un whatsapp. Entonces fue advertida de que no había wi fi libre en las habitaciones, sólo en el lobby. De paso, también me informaron que las habitaciones no tenían caja de seguridad; que si quería depositar mis valores debería pagar un extra y hacerlo en concerjería!!!!!
Bajé e inútilmente traté de conectarme. La red era abierta pero luego pedía una autenticación que mi  celular no permitía hacer. Entre dos empleadas intentaron ayudarme y no lograron nada, recomendando que regresara a las 15 cuando entraría en su turno un empleado más tecnológico.
Mi humor comenzaba a agriarse.
Entonces decidí tomar una siesta. Después de todo no había dormido en toda la noche.
El sol ya pegaba en mi ventana y el calor era agobiante. Intenté encender el aire acondicionado sin lograrlo. Como justo estaban en el pasillo las mucamas, llamé a una y le indiqué mi problema. Sólo me dijo de mal talante que llamara a recepción.
Como el control remoto del televisor tampoco funcionaba, llamé por las dos cosas. Alegremente me informaron que el aire acondicionado central no funcionaba y que tratarían de conseguirme un ventilador.
¿Ustedes lo vieron? Porque yo no!!!!
Tanto toquetear logré al fin encender el televisor. Todos canales en griego. Unos 7 en total. Seis se veían mal y uno se veía peor.
Muuuuuy caliente, bajé nuevamente a recepción, pedí un mapa de la ciudad y decidí caminar buscando un restaurante con wi fi libre y algo de agua mineral (ah, porque aquí el agua no es potable)
En el camino, traté de cruzar una calle teniendo el semáforo de peatones en verde, cuando una camioneta que ya estaba estacionada sobre la senda peatonal arrancó de repente y alcancé a frenarla de un grito y un manotazo.
Me puteó en griego. No hubo forma de hacerle entender que el hombrecito seguía en verde habilitándome a cruzar y terminé puteándolo en argentino.
Después me consoló ver que, al igual que los italianos, todos se puteaban en las calles, entre conductores, conductores y peatones, peatones entre ellos.
Llegué a un restaurante italiano y entré. Eran las 12 del mediodía. Tenían wi fi libre y se solucionarían todos mis problemas: mi hambre, mi incomunicación y el contacto con los imbéciles de la agencia griega.
Pero nada más distante de la realidad. Iba a sentarme en una mesa cuando un tipo de mal modo (parece ser una característica de los nativos de aquí) me dijo que aún no estaban listos. ¿Las 12 y no estaban listos para el almuerzo?
Seguí caminando y entré a otro restaurante. También alegremente me informaron que abrían a la 1. Aclaro que todo esto a puertas abiertas y con el menú en un atril en la entrada. Si no están atendiendo, ¿por qué no cierran las putas puertas???
Con mi estado “olla presión en ebullición” entré a un supermercado y compré agua y algunas galletitas. La cajera fue la primera persona amable que encontré. Tal es así que me dieron ganas de abrazarla y llorar de la emoción!!
Volví con mi compra al hotel, para pedir las toallas de piscina en recepción y al menos refrescarme en la pileta (ya que acá nunca son climatizadas) y allí me informan que no entregaban toallas… a secarse al sol!!
No sé si primeras impresiones son las que cuentan o no, pero hoy es un día tan negro que no voy a intentar siquiera poner nuevamente un pie en la calle hasta mañana.
Esperaré al genio de la computación y tal vez use la piscina… no sé si será conveniente hacerlo precisamente hoy!!!

¿Martes 13?... no, lunes 17.