viernes, 2 de diciembre de 2016

Viaje sin destino



Grecia siempre fue uno de los sueños de mi vida. Todos esos sitios históricos, esas playas soñadas, las islas coloridas... y por alguna u otra razón el viaje siempre se pinchaba. Fechas, vuelos o cuestiones laborales impedían que ese sueño largamente postergado se hiciera realidad.
Finalmente fijé fecha para octubre. Era fuera de temporada y, con suerte, con un calor tolerable en esos sitios de veranos infernales.
Contraté un vuelo a Roma con conexión a Atenas y conseguí mis vacaciones en esa fecha. Mi sueño al fin iba a concretarse!!!
Tuve un traslado perfecto hacia Ezeiza. Llegué con suficiente tiempo como para quedar tercera en la hilera para hacer el check in y despachar mi equipaje.
Pensaba en el tiempo del que dispondría, suficiente como para desayunar tranquila (a punta de pistola, porque ya sabemos cómo son los precios en el aeropuerto; pero desayunar al fin) y luego recorrer con calma el free shop, para hacer algunas compritas propias y cumplir con encargos ajenos.
Llegué al mostrador con una sonrisa entre los labios. Todo iba de maravillas y estaba encaminado. Mas mi sonrisa se apagó cuando escuché: "Hay un problema con su vuelo"... CHAN!!! Realmente no lo esperaba.
Así, con la mejor sonrisa de empleada educada, la señorita en cuestión me explicó que había un paro de controladores aéreos en todos los aeropuertos de Grecia, por lo cual ellos no podían realizar la conexión a Atenas y aquel vuelo terminaría en Roma.
No podía dar crédito a lo que escuchaba!!!!!!... ¿qué hacer entonces?
Con mucha amabilidad me dijo que podía consultar a mi agencia de viajes y decidir qué hacer. Que regresara cuando tuviera una decisión tomada.
No podía articular palabra. Sólo miré con pesar la larga cola que había detrás de mí y no hicieron falta las palabras. Ella agregó: "cuando tenga la respuesta, sólo me avisa y pasa sin hacer fila".
Tomé el celular y estaba tan nerviosa que tuve que marcar tres veces hasta conseguir llamar a la agencia.
Pobre mi agente!!... como sabrán a través de este blog, yo suelo atraer los problemas y con alegría me había despedido de él el día anterior deseando no tener que molestarlo más. Y ahí estaba, sólo a horas de mi expresión de deseos, gritando como poseída al teléfono.
Me pidió un tiempo para hablar al mayorista, ver cómo venía la mano y colgué a la espera.
Entonces comencé a hablar con las personas que estaban en mi misma situación.
Había dos matrimonios mayores y una pareja de jovencitos.
La parejita joven parecía no acusar recibo de lo que estaba pasando. Iban a Roma y que el destino decidiera por ellos (Cómo quisiera nacer de nuevo y ser así!!!)
El matrimonio de mediana edad estaba al borde de un ataque de nervios. Él, a los gritos con la pobre empleada de la aerolínea; ella con el celular permanentemente al oído, gesticulando alocada.
Cuando les pregunté acerca de la decisión que tomarían, ella confirmó que cancelarían todo lo vinculado a Grecia y como tenían un hijo en Israel, cambiarían el pasaje por una conexión a Tel Aviv.
En ese momento deseé tener la posibilidad de hacer algo semejante.
El otro matrimonio mayor aún buscaba en el celular un número al cual llamar y, dadas las condiciones de desconocimiento tecnológico y falta de crédito, terminaron por no llamar a nadie y viajar hasta Roma, sin saber qué harían al llegar.
Con esas tres opciones en danza llegó mi llamado. La duración del paro era incierta, pero lo recomendable era viajar a Roma para estar al menos a dos horas de Atenas en caso de una solución.
Claro que ahí se abría un abanico de posibilidades: contratar un hotel en Roma, tratar de llegar por vía terrestre a Atenas (algo así como dos días de viaje), contratar otro tour en Italia (y pagar nuevamente, ya que la empresa que había elegido sólo hacía excursiones en Grecia) o bien ser la versión femenina de Tom Hanks en La terminal y quedarme a vivir en el aeropuerto hasta tanto todo se resolviera.
Despaché el equipaje hasta Roma y comencé a correr.
Había perdido demasiado tiempo y ahora todo estaba más pesado: controles, migraciones, colas eternas!!
Descarté el deseado desayuno y fui al free shop.
Empecé a arrojar cosas dentro del canasto, todo en un apuro sin fin, cuando recibo otro llamado de mi agencia respondiendo acerca de otra de las opciones que se me había ocurrido: había un vuelo a Bari (sur de Italia) y de ahí podía tomar un ferry para en 16 (sí, DIECISÉIS) horas llegar a Patras y de ahí aún restaban 120 km. a Atenas!!!!!!!! Era una locura, pero no dejaba de ser una opción.
Sin respuesta y con muchos nervios abordé el avión en horario.
Terminé sentada al lado del matrimonio de mediana edad que había cancelado su tour griego.
Ella, muy decepcionada, decía que el sueño de su vida era conocer las islas griegas (cuánto la comprendía!!!) y él un pesimista sin remedio.
A cada opción que yo tiraba, él se encargaba de quemarla: que el paro no se levantaría, que no podría tomar el ferry, que la agencia no me solucionaría nada, que no me devolverían mi dinero... en un momento temí que en un ataque de emoción violenta le clavara el cuchillo de plástico de la cena en un ojo!!!!!!!
Después de un bonito vuelo llegamos a Roma y al toque encendí mi celular y me conecté al wi fi. 
Tenía varios mensajes de mi agencia... habían levantado el paro!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me dieron ganas de encontrar al pesimista del avión para enrostrarle que había tomado la decisión correcta, pero había algo más importante que hacer... CORRER!!!!!!!!
Tenía menos de dos horas para recoger mi equipaje, pasar por la aduana, hacer migraciones (porque había dejado de ser una pasajera en tránsito), trasladarme a otra terminal (a pata y con las dos valijas, porque el trencito sólo corría para pasajeros en tránsito), hacer el check in del otro vuelo, despachar el equipaje, hacer migraciones nuevamente y encontrar la puerta para embarcar!!!!!!!!!!!
Llegué con la lengua afuera y haciéndome pis, pero lo logré. Hasta tuve unos 5 minutos para comer un sandwichito y hacer sociales con la pareja mayor, que felices esperaban su vuelo a Atenas.
Allí comenzaba mi entrenamiento, preparando las piernas para todos los escalones, subidas y bajadas pronunciadas de la complicada geografía griega.
Y así comenzaba ese sueño largamente postergado... y vaya si valió la pena!!!!!!!!!!!

martes, 8 de noviembre de 2016

Una cuestión de peso



Estoy totalmente de acuerdo con los controles de seguridad en los aeropuertos, pero a veces se pasan un poquito de la raya!!
Así, por ejemplo, en el aeropuerto Heathrow  de Londres, me sentí la peor de las delincuentes cuando el detector de metales comenzó a sonar. Todos empezaron a mirarme como si estuviera portando un facón en los calzones. Me hicieron descalzar, me revisaron manualmente, una mujer de seguridad aeroportuaria me palpó completa con los brazos en alto, cuando resultó que el arma que llevaba oculta y delataba el aparato no era ni más ni menos que el ganchito de mi sostén!!!
En este último viaje también al pasar mi bolso de mano detectaron algo sumamente peligroso. Me obligaron a abrirlo y sacar una por una las mil cosas que suele haber en un bolso de mujer.
En eso, apareció una galleta de nuez, que tenía envuelta en el papel de la panadería tal como me la vendieron, y guardaba para desayunar en algún momento. 
El oficial de turno comenzó a amasarla y olerla. En un momento le dije en correcto inglés que la tirara, que no me importaba y volvió a depositarla en el bolso.
Finalmente lo amenazante era el estuche de mis anteojos, que tenía los bordes metálicos.
¿Hay necesidad de tanto? Por otro lado no revisaron ni un bolsillo, donde yo podía tener cualquier cosa y pasaba por alto!!
Pero sin duda alguna el momento más espantoso que pasé en temas de seguridad aeroportuaria y cumplimiento de normas de transporte aéreo, fue en mi viaje Atenas/Roma.
Me habían adelantado que eran muy severos con el peso del equipaje de mano. 
Yo iba con mi valijita reglamentaria, sólo que en lugar de tener los 8 kgs. permitidos, llevaba casi 12!!
El consejo del personal de la agencia que me recibió fue que procurara la cintita de aprobación del equipaje de mano, que luego de eso no me joderían. Así que ése fue mi primer objetivo.
Llegué a despachar el equipaje y sonreí cuando mi valija grande pesó 22,800 kgs., 200 gramos debajo de lo permitido!! 
Entonces, haciéndome la ingenuota, toqué unas etiquetas que había sobre el mostrador y pregunté si acaso eran para el equipaje de mano. La empleada me respondió que no, que ella las tenía; y acto seguido consultó si yo llevaría algo en cabina. 
Respondí que sí y le mostré a la "pequeña", que me hizo depositar sobre la balanza.
"Listo, estoy frita", pensé. El peso arrojado fue de 11,450 kgs., pero la señorita nada dijo y prendió la etiqueta de mi equipaje, por lo que me sentí segura y me dije "ya está".
Lo que yo no sospechaba es que, mientras estaba haciendo la cola para abordar, aparecería un tipo rudo, como integrante de la Gestapo salido de una película nazi, que comenzó a caminar, con las manos atrás, en postura bien vigilante, revisando cada uno de los bártulos que cargábamos los pobres infelices viajeros.
A los gritos mandaba al azar lo que le parecía excedido hacia el mostrador de la puerta de salida.
Y allí estaba el aparatito infernal: una especie de freezer enano, con luces en su interior, adentro del cual había que depositar el equipaje de mano y si sonaba por exceso, no había lola: había que despachar la valija con el resto del equipaje, que por supuesto facturarían.
Creo que debí hacer eso, pagar y quedarme tranquila, pero por el contrario comencé a sentir la presión del que está "fuera de la ley".
Pasó a mi lado, yo azul de contener la respiración, y miró la etiqueta autorizando mi equipaje como "de mano" y siguió de largo.
Me sentí una triunfadora por haber burlado el sistema. Ya podía abordar en paz.
Pero en eso, el Sr. Gestapo comenzó a fijarse en otra cosa: aquéllos que tenían más de un bolso de mano. Y yo tenía una cartera... bueno, no era una cartera, era otro bolso, con la cámara entre otras cosas... que debe haber pesado unos 5 kgs!!!!
Ahí me broté y otra vez me invadió la sensación de estar delinquiendo.
Entonces, vestida completa de negro, camuflé la correa negra de este bolso y tiré la parte grande hacia atrás, sobre mi trasero. Así, cada vez que este señor hacía su recorrido yo me ponía de costado mirándolo, apoyada sobre la manijita de mi valija permitida. Y cuando pasaba del otro lado, yo me daba vuelta.
Después de haber enviado a mucha gente a facturar equipaje, se retiró y pude respirar. Mas apenas comenzó el abordaje, regresó y se instaló de pie entre los dos lectores de las tarjetas de embarque.
Me coloqué en la cola de la izquierda, para poder seguir escondiendo mi bolso de ese lado y cuando sólo quedaban dos personas delante de mí, el scanner comenzó a fallar, lo que obligó a Mr. Gestapo a instalarse en mi lector!!!!
Creo que transpiraba miedo... falló el primero, falló el segundo... y cuando me tocaba el turno, reiniciaron el aparato y comenzó a funcionar nuevamente.
Apenas escanearon mi tarjeta arrastré mi valija con rueditas tan rápido por la manga, que parecía levantar vuelo!!!!
Entonces me asaltó una duda: si acaso no habría otro Mr. Gestapo en la puerta del avión. El corazón me dio un vuelco.
Afortunadamente me esperaban dos azafatas sonrientes y con un "Kalimera" terminó el horror.
Recién pude respirar con la valijita guardada y el bolso debajo de mis piernas.

domingo, 23 de octubre de 2016

Delfos y Meteora: toda una aventura!!



Cuando originalmente planeé mi viaje a Grecia, sólo pensé en la historia de Atenas y en conocer alguna de sus paradisíacas islas. Mas una persona que ya había viajado me dijo: ¿cómo vas a ir a Grecia y no conocer Delfos y Meteora? La verdad es que tenía idea de la historia de Delfos, pero ni en sueños había oído hablar de Meteora, así que lo googleé y quedé fascinada por ese paisaje casi irreal, con sus antiguos monasterios flotando entre las nubes, como una prolongación de las montañas.
Encontré una extensión de dos días de mi tour y lo contraté.
Hasta el momento había tenido días lindos y días excelentes, sol a pleno!! por lo que pensaba que Grecia era el lugar menos lluvioso del planeta, o bien no estaba en temporadas de lluvia, hasta que amaneció esa mañana.
La densidad de las nubes iba aumentando a medida que nos acercábamos a las montañas. Entonces la guía lanzó la frase mortal de que allí siempre llovía, que era el lugar más fértil de Grecia. De hecho me llamó mucho la atención cómo iba cambiando ese paisaje árido por bosques y zonas cultivadas.
En realidad debería partir desde el principio para relatar completo mi "padecimiento".
Partimos de mi hotel puntualmente a las 8 y subí a un bus que iba con unas 20 personas, por lo que elegí un cómodo asiento sola, sin nadie delante ni atrás, para así poder ubicar bien mi metro de piernas sin molestias. Hasta pude elegir la ventanilla, despejada de barritas divisorias que molesten a la hora de hacer fotos (pobre ingenua!!)
Partimos, buscamos unas personas más, hasta que nos detuvimos en la Terminal. Y allí sobrevino la pesadilla: nombraron a unas seis personas que tendríamos que mudar de bus. Cuando bajé un pensamiento se me escapó en voz alta: "ahora nos van a amontonar en otro bus".
La guía me oyó y dijo alegremente: "No, van a ir a un bus más grande".
Genial!!... entramos al bus más grande, lleno hasta los portaequipajes!!
Afortunadamente encontré un asiento doble y me acomodé: sola. Subieron más personas pero sólo quedaron dos asientos libres, uno era el mío.
Viajé así hasta Delfos, disfrutando de mi propia compañía. Y entonces la turra guía de turno anunció que pasada la visita de Delfos, dejaríamos a 18 pasajeros y subirían 19, por lo que quedaría un solo lugar libre y no sería el mío, ya que querían que el último del medio que daba al pasillo quedara sin ocupar.
Eso ya me puso de mal humor. Y la visita a Delfos agrió más mi humor resentido. En la parada previa ya nos pidieron que lleváramos paraguas porque se esperaban lluvias fuertes.
Cada viaje a Europa tengo que comprar un paraguas. Con éste voy por el tercero!! y si lo traigo en el equipaje, seguro que es para cargar peso porque no llueve. Qué bronca!! Un paraguas más!! pero lo importante era que no lloviera.
Comenzamos el recorrido por el santuario de Delfos con nubes gordas pero  sin que caiga una gota. La guía nos prohibió hacer fotos para dar explicaciones y postergarlo para la bajada... gil!!!! a la bajada llovía tanto que era casi imposible tomar fotos!! Encima, recién a la noche advertiría que mi cámara estaba en modo “foto de paisaje nocturno” por las fotos que había tomado la noche anterior, por lo que todo salió opaco y más deslucido aún!!
Para cuando nos dio tiempo libre, comenzó a caer agua.
Nos indicó que era maravilloso subir hasta el estadio, en lo alto del santuario. En lo MUY ALTO!!!
Si la subida ya era dificultosa, imaginen con agua!!... tratando de no mojar la cámara, con el paraguas chorreando, mirando dónde poner los pies para no resbalar con esas piedritas tan traicioneras… fue un calvario!!
Encima sin saber si podríamos ver o no el dichoso estadio, ya que en  días de lluvia cerraban el camino para evitar accidentes!!
Creo que si hubiera hecho semejante esfuerzo para llegar y encontrar el camino cerrado, me hubiera convertido en Michael Douglas en “Día de furia”, aniquilando griegos!!
Pero no, afortunadamente el camino estuvo abierto y pude tomar fotos de todo, excepto de mi cara, que era una explosión roja de sofocación, cansancio y rabia, con el pelo chorreando pero no por el agua de lluvia,  sino de transpiración!!!
Inicié el descenso con mucho cuidado, ya que era más peligroso que el ascenso, pero apuré el paso para el museo, donde nos esperaría la guía.
Éramos varios, todos los que habíamos subido hasta el estadio, porque había sido imposible cumplir el horario previsto sin tortearse contra el piso de un resbalón.
No encontrábamos a la guía.
Decidimos entrar por nuestra cuenta al museo y allí estaba. Ya había comenzado las explicaciones.
Todo muy interesante, pero era tal la cantidad de gente (empezando por  los más de 60 que éramos nosotros) más lo transpirada y chorreada que estaba, que no pude disfrutarlo como hubiera debido.
Salimos y nuevamente al bus hasta una taberna donde almorzamos.
Post almuerzo vino el recambio de pasajeros y ahí sí me tocó compañía: una rubia con cara de orto que vio de mala gana compartir el asiento conmigo.
Me hice todo lo chiquita que pude. Es más, viajé contracturada para no molestar, pero los asientos eran estrechos y todavía ahora no sé qué posición de yogui adopté para que mis piernas entraran en ese diminuto lugar.
De ahí en más, lluvia, niebla y curvas y más curvas.  
Y yo, pobre tonta,  que pensaba tomar fotos!!! Sólo hubiera podido capturar gotitas de agua en los vidrios empañados.
Último asiento, mareada a más no poder, enrollada para poder entrar... rememoré mi infancia cuando me descomponía el transporte terrestre.
Sólo rogaba no tener que vomitar porque ahí sí que sería el súmmum!!!
Llegamos al hotel después de las 8 de la noche. Viaje largo y tedioso.
Conocí a unas españolas macanudísimas que me invitaron a recorrer un poco el centro después de cena, pero era tal el cansancio que sólo podía pensar en una ducha caliente y dormir.
Guindita en la torta: el wi fi no llegaba a las habitaciones, así que envié un par de mensajes desde el lobby y me retiré a cuarteles de invierno.
Fue una noche tormentosa, con rayos, truenos y centellas, más la lluvia que caía a baldes!!! Sólo pensaba que si seguía así el tiempo, que los demás subieran a los monasterios de Meteora, que yo no arriesgaría nuevamente mi integridad física en escaleras mojadas ni me empaparía más!!
Nos despertarían a las 7, pero desconfiada como soy igualmente puse la alarma de mi celular.
Fue premonitorio!!!!! porque a eso de las 6 me desperté para ir al baño, intenté encender la luz y nada... habían cortado la electricidad!!!!
Me acosté nuevamente y a las 7 menos mal que sonó mi celular porque los teléfonos tampoco funcionaban.
Gracias a que esta vieja chota siempre lleva una linternita en la cartera pude a tientas y con poquita luz lavarme los dientes, peinarme y vestirme, para bajar a desayunar por las oscuras escaleras.
Sé que están pensando... ¿luces de emergencia? Nooooo, no había!!! Ni luces, ni lámparas, ni velas!!!!
Así llegamos a desayunar, todos iluminando con los celulares.
Habían preparado una jarra con un litro de café... éramos dos grupos de más de 50 personas cada uno!!!! Ofrecían café frío... ni loca!!
Así que con cafecito tibión en la panza y todos peinados al estilo oscuridad, llegamos al lobby a esperar que amaneciera. Cuando fue aclarando, volvió la luz.
Por fortuna no llovió durante el paseo y pude subir todas las escaleras mojadas con cuidado pero sin mayores riesgos.
En fin, los monasterios de Meteora fue uno de los lugares más alucinantes que conocí en mi vida!!!!! Así que a pesar de los contratiempos, la lluvia y los buses torturadores, puedo afirmar que valió la pena.

lunes, 17 de octubre de 2016

Accidentada llegada a Rodas


Quienes me conocen saben que si hay un medio de transporte que detesto es el marítimo. Odio los barcos, no me gustan, mi cuerpo no los puede resistir!! Enterarme con el viaje comprado que tenía un tramo largo en ferry, con camarote incluido no fue agradable, pero después de todo, éste sería mi largamente proyectado viaje a Grecia y todo estaba permitido para cumplir mi sueño.
El ferry partiría desde Santorini a las 0:50, lo que ya era un fastidio considerando que tendría que estar haciendo huevo hasta las 23:30, hora en que el transfer pasaría por mí en el hotel.
Subí  fotos a Facebook, chateé con algunas amigas y a las 23 bajé solita mis dos pesadas valijas por escaleras (cómo gustan de los escalones los griegos!!!) para llegar a un lobby vacío y sin gente a la vista.
Evidentemente no tenían atención nocturna, ya que el lobby directamente estaba cerrado con llave, sin timbre ni campanilla alguna para llamar al encargado; así que dejé mi llave en una mesita que encontré y, a falta de lugar donde sentarme salí a esperar en el jardincito delantero, donde pude depositarme en un sillón húmedo por el rocío de la noche, mientras me congelaba a la intemperie media hora más.
Debo confesar que no sé cómo llegué con vida al puerto, en esa oscuridad tan negra y a la velocidad que íbamos en medio de una ruta peligrosa, plagada de curvas cerradas, que –como si  nada- la chofer tomaba por el medio!!!!
Por suerte me reencontré con un matrimonio australiano al que había conocido en Mykonos y juntos nos sentamos a conversar mientras tomábamos un café. La espera fue realmente larga y finalmente llegó el ferry con una hora de atraso!!!!
Hecha una bolsa de nervios tomé mi Dramamine antes del embarco.
El viaje fue un pequeño infierno, mi cabeza daba vueltas y no pude dormir más que una escasa horita entre las 6:30 y las 7:30, después de vestirme completa por pensar que habíamos llegado y sólo se trataba de una parada intermedia.
Maldormida y de muy mal humor, con la cabeza agitándose al ritmo de las olas, llegué a Rodas.
Mi primera impresión fue mala, como me había ocurrido con las otras islas griegas antes de recorrerlas.
Mi  chofer estaba paradito portando mi nombre en un cartelito, pero no apareció asistente alguna para brindarme información. Y era absurdo pedir información al pobre hombre, que ni siquiera sabía decir hola en inglés.
La primera impresión del hotel fue grata. Lo había visto previamente por internet y me había parecido una cueva, pero la habitación era amplia y confortable, con un enorme ventanal y un balcón que daban a una hermosa piscina.
Pensé que la asistente me esperaría en el hotel, pero tampoco estaba ni había dejado mensaje alguno para mí.
Busqué entre mis papeles el teléfono de la agencia para enviar un whatsapp. Entonces fue advertida de que no había wi fi libre en las habitaciones, sólo en el lobby. De paso, también me informaron que las habitaciones no tenían caja de seguridad; que si quería depositar mis valores debería pagar un extra y hacerlo en concerjería!!!!!
Bajé e inútilmente traté de conectarme. La red era abierta pero luego pedía una autenticación que mi  celular no permitía hacer. Entre dos empleadas intentaron ayudarme y no lograron nada, recomendando que regresara a las 15 cuando entraría en su turno un empleado más tecnológico.
Mi humor comenzaba a agriarse.
Entonces decidí tomar una siesta. Después de todo no había dormido en toda la noche.
El sol ya pegaba en mi ventana y el calor era agobiante. Intenté encender el aire acondicionado sin lograrlo. Como justo estaban en el pasillo las mucamas, llamé a una y le indiqué mi problema. Sólo me dijo de mal talante que llamara a recepción.
Como el control remoto del televisor tampoco funcionaba, llamé por las dos cosas. Alegremente me informaron que el aire acondicionado central no funcionaba y que tratarían de conseguirme un ventilador.
¿Ustedes lo vieron? Porque yo no!!!!
Tanto toquetear logré al fin encender el televisor. Todos canales en griego. Unos 7 en total. Seis se veían mal y uno se veía peor.
Muuuuuy caliente, bajé nuevamente a recepción, pedí un mapa de la ciudad y decidí caminar buscando un restaurante con wi fi libre y algo de agua mineral (ah, porque aquí el agua no es potable)
En el camino, traté de cruzar una calle teniendo el semáforo de peatones en verde, cuando una camioneta que ya estaba estacionada sobre la senda peatonal arrancó de repente y alcancé a frenarla de un grito y un manotazo.
Me puteó en griego. No hubo forma de hacerle entender que el hombrecito seguía en verde habilitándome a cruzar y terminé puteándolo en argentino.
Después me consoló ver que, al igual que los italianos, todos se puteaban en las calles, entre conductores, conductores y peatones, peatones entre ellos.
Llegué a un restaurante italiano y entré. Eran las 12 del mediodía. Tenían wi fi libre y se solucionarían todos mis problemas: mi hambre, mi incomunicación y el contacto con los imbéciles de la agencia griega.
Pero nada más distante de la realidad. Iba a sentarme en una mesa cuando un tipo de mal modo (parece ser una característica de los nativos de aquí) me dijo que aún no estaban listos. ¿Las 12 y no estaban listos para el almuerzo?
Seguí caminando y entré a otro restaurante. También alegremente me informaron que abrían a la 1. Aclaro que todo esto a puertas abiertas y con el menú en un atril en la entrada. Si no están atendiendo, ¿por qué no cierran las putas puertas???
Con mi estado “olla presión en ebullición” entré a un supermercado y compré agua y algunas galletitas. La cajera fue la primera persona amable que encontré. Tal es así que me dieron ganas de abrazarla y llorar de la emoción!!
Volví con mi compra al hotel, para pedir las toallas de piscina en recepción y al menos refrescarme en la pileta (ya que acá nunca son climatizadas) y allí me informan que no entregaban toallas… a secarse al sol!!
No sé si primeras impresiones son las que cuentan o no, pero hoy es un día tan negro que no voy a intentar siquiera poner nuevamente un pie en la calle hasta mañana.
Esperaré al genio de la computación y tal vez use la piscina… no sé si será conveniente hacerlo precisamente hoy!!!

¿Martes 13?... no, lunes 17.

jueves, 11 de agosto de 2016

Una experiencia 4 x 4

Sabido es que después de mi by pass gástrico y de quitarme una persona y media de encima,  he querido beberme la vida de un solo trago. Y como tal he hecho mil viajes, experimentado cosas "osadas" (lo que incluye la temeraria acción de poner leche a mi café, o probar pescado), tratando de encontrar nuevos sabores a la vida.
Mis vacaciones de enero de 2014 tuvieron un destino de cabotaje (el sur argentino) con un propósito muy especial: revivir mi frustrado y agotador viaje Patagonia 2004, que tantos disgustos y sinsabores me trajo; y recrear recuerdos de este paradisíaco lugar con vivencias diametralmente opuestas a las que viví en su momento.
Así lo hice. Organicé un tour por Ushuaia y El Calafate, con algunas de las excursiones que ya había realizado en aquel viaje macabro de 2004 (en el que tenía si no 80, al menos 70 kgs. más) y a la par, incluir nuevas y emocionantes experiencias, como una expedición en 4 x 4 o el minitrekking sobre el hielo del Glaciar Perito Moreno.
Cuando encaré la primera de las travesías, de más está decir que estaba nerviosa, porque todo lo nuevo (más aún si es distinto a lo que acostumbrás a hacer) trae consigo un poquitín de vértigo y ansiedad. En mi caso canalizo todo por el estómago, así que para las 8:30 de la mañana ya había desayunado, me había caído todo como el orto y me encontraba desparramada en un sofá del lobby del hotel esperando que me pasara el malestar, tras haber intentado vomitar, sin resultado alguno.
Por suerte se retrasaron y la excursión que debía partir a las 9:25 salió "argentinamente" a las 10. 
Para entonces mi malestar estaba algo controlado, hasta que vi la cara del guía cuando me vio. Fue una mezcla de espanto y asombro.
Recién al subir a la 4 x 4 me daría cuenta el porqué.
Eran 6 personas: dos guías y dos parejitas, una de argentinos y la otra de italianos. Creo que entre los 6 no sumaban mi edad!!!! (como dice la famosa canción de Calamaro, "Victoria y Soledad")
Para completar mi horror, el pibe me dice: "Te tocó atrás por ahora. Subí". Entonces me abre la puerta de atrás de la Land Rover y me muestra la butaca que tenía asignada.
Mi pregunta era "cómo cazzo llego hasta ella!!!??"
Es cierto, tengo 86 kgs. menos y a veces sigo pensando como gorda. Es decir, me parece que no voy a entrar en un asiento, o que una ropa no me va a ir, pero ésta era la "real realidad"... con mis patas de un km de extensión nunca lo lograría!!
Subí a lo que sería el baúl y quedé agachada para luego extender mi pierna derecha como ave zancuda y ahí quedé trabada. Por un momento pensé que me abriría de piernas al estilo Eleonora Cassano, pero no. No sé cómo me contorsioné y logré encallar en el asiento... aplausos para Cary!!! Eso sí, ahí quedé. Desconocía cómo iba a salir de esa especie de "incrustación"!!
Mi situación me recordaba a esos elefantes de circo, enormes, cuando los hacían pararse con sus cuatro patas sobre esos pequeños banquitos.
A duras penas me coloqué el cinturón de seguridad y partimos.
Primera parada, para ver el valle... ¿quién me manda??? El pobre pibe que iba a mi lado (uno de los guías) pensó que sería más simple si salíamos por el asiento de atrás. ERROR: al insecto zancudo se le trabó una pata y de reversa y a duras penas pude sacar mi osamenta cuarentona del móvil.
A esta altura comencé a consultar el reloj para saber cuánto faltaba para regresar...
Pero como siempre hay un alma caritativa, la chica argentina ofreció cambiar mi asiento y quedarse con el novio en la tercera hilera. Por poco le beso los pies!!!! Y así pasé a la hilera del medio, de acceso más fácil, pero... (siempre hay un pero) hilera de tres asientos, así que íbamos apretados como sardinas en lata, encogidos los hombros de modo que creo que mi seno izquierdo estaba sobre mi brazo derecho y viceversa, pero al menos podía subir y bajar sin contorsionarme!!
Llegamos hasta un lugar donde bajó el guía que iba sentado a mi lado porque era el encargado de hacer el asado y se quedaría en el refugio, en el bosque. Fue una liberación para él y para mí, que ya había comenzado a perder la sensibilidad de los hombros!!
Cuando ya me estaba relajando, el guía anunció que si el tiempo acompañaba, haríamos una pequeña navegación en bote. ¿¿¿Qué??? Nadie me había dicho eso antes!!
En todos estos cuarenta y pico años de vida he mejorado mi resistencia estomacal a los viajes terrestres (recordemos que era una pseudo-vomitona cuando era chica y mi madre se ha pasado viajes enteros caminando conmigo por las banquinas de las rutas, hasta que mi estómago se reacomodara), pero a la vez desarrollé una fuerte animadversión a las travesías por agua. Como que me desequilibra el nivel de agua de mi cabeza y no lo puedo soportar!!
Entonces pensaba: ¿cómo estaría el lago? ¿cómo sería el bote? ¿cómo subiría al bote? ¿me tendría que sentar en el piso del bote? ¿cómo bajaría del bote?... sólo pensar en las posibilidades hizo que se me erizaran los pocos pelos que me quedaban tras padecer el viento fueguino.
Comencé a desear con ansias que el clima cambiara de repente y se cancelara la navegación!!!
Abandonamos la ruta y tomamos un camino de tierra hasta la castorera. Allí bajamos para caminar un poquito en medio de la destrucción que ocasionan estos pequeños bichitos y al finalizar la caminata el guía preguntó quién quería ir al baño.
Yo no tenía ganas, pero pensé que si no iba en ese momento tal vez pasaría mucho tiempo hasta tener otra oportunidad. Así que me anoté, junto a los demás. Creo que todos pensamos que habría baños, o alguna estancia o refugio cercanos. Pero entonces el guía indicó detrás de qué matorrales podíamos hacer pis. Y ahí se terminó el espíritu aventurero de mis compañeras mujeres, que regresaron a la nave.
En eso me ayudaron mis 40 y pico, porque ya no temo que me vean el culo o se me llene la "cotorra" de hormigas coloradas. Y en medio de los yuyitos tuve que resignarme y orinar...
Subimos nuevamente a la 4x4 y arrancamos por LA RUTA... así, la ruta de mierda preparada para la travesía. 
Qué les puedo decir... a mí me encantó!!! Pasamos por barro, agua, pozos, subidas, bajadas pronunciadas... sólo que me salía de la vaina para manejar yo!!!!
No tuve miedo en ningún momento, a diferencia de la pobre tana, quien mientras su novio tomaba fotos a mansalva, miraba quietecita y blanca como papel, preguntándose por qué cazzo tuvo que acompañar a su cónyuge en esta travesía!
En lo único que yo pensaba era en que no nos fuéramos a quedar por ahí (ni en broma!) y tener que llenar de barro las quintiúnicas zapatillas que tenía, además de tener que pisar ese asqueroso barro chocolatoso ajjjj (Muy lindo el turismo aventura, pero siempre y cuando no me levantaran de mi asiento ni tuviera que mojar mis pies!!)
En un momento nos detuvimos y el guía pidió las cámaras para tomarnos unas fotos asomados de las ventanas. Así que abrimos las puertas y nos asomamos para la ocasión. En eso, el muy hijo de puta sacó el freno de mano (estando él afuera, se entiende??) y empezamos a ir lentamente cuesta abajo.
El tano manoteó el volante mientras el guía se destornillaba de risa y caminando hacia atrás delante de la camioneta, tomaba fotos a los cinco boludos cagados de terror!!! (fue genial!)
La travesía terminó dentro del lago Fagnano, con respetable oleaje y un paisaje brutal, lavando la camioneta.
Hicimos un trayecto para detenernos en un claro y emprendimos la caminata por el bosque para llegar al refugio donde almorzaríamos.
Fue una caminata rara, porque además de sortear las innumerables raíces, rocas, ramas, etc. del piso, la estábamos haciendo sobre turba. Así que era como caminar sobre arenas movedizas, sobre esponja. Por momentos parecíamos caminantes lunares (o cagados, con las piernas abiertas para no ensuciarnos más)
En 10 minutos llegamos a la playa del Lago Escondido. Entonces el guía anunció que el clima era inmejorable, que el lago estaba planchado y buscarían el gomón para navegar.
¡¡¡Mierda!!!
Llegamos al refugio y allí nos esperaba el otro grupo que había viajado en la otra camioneta. Dos familias cuyos padres eran de mi edad.
Confieso que me sentí mucho mejor y no tan ridícula como me había sentido hasta entonces.
En unos minutos que estuvimos con ellos me sentí tan cómoda!!  No era que los de mi grupo no tuvieran onda, pero la tana no hablaba español, el tano algo, a los ponchazos. Y eran dos parejas... ustedes saben cómo es con las parejas, sólo se relacionan con parejas. Nadie hablaba conmigo!!!
Y encima parecía que yo estaba con un imán para atraer problemas (o bien no estoy hecha para la vida tan contactada con la naturaleza!!) Me senté en la larga mesa de madera, procurando el extremo del banco para no hacer el efecto sube y baja (y pasar el papelón de levantar el tablón apenas me sentara... sí, lo sé, es mentalidad de gorda!!) y entonces puse una de mis manazas en la mesa y salió disparada la botella de vino, derramándose sobre el banco.
La manoteé antes que cayera del todo y ante el ridículo sólo atiné a hacer la "gran tía Zulma" y mojando los dedos en el vino tinto (brebaje que me resulta asqueroso sólo de olerlo), dije "alegría, alegría" (vieja ridícula!!)
Entonces nos ofrecieron ir al baño. Mis compañeras accedieron porque ya no daban más de retener líquidos. A los hombres les indicaron los matorrales y a nosotras nos mandaron a una casita que se veía entre los árboles, explicándonos que teníamos que tirar el papel en un cesto y arrojar agua con un balde ex post facto.
Yo ya esperaba cualquier cosa, pero grande fue la sorpresa de mis compañeras al ver que el baño... no tenía puerta!!!!!!! Era una plataformita de madera con un asiento de inodoro encima y piedras debajo, pero sólo estaba rodeado de tres paredes de madera (como en mis peores pesadillas). Sólo me arrepiento de algo... no haberle tomado una foto!!
Nos sirvieron una picada, choripán y asadito con ensalada. 
Con el choripán aún en la mano el tano declaró que con eso era suficiente para él. Y entonces pensé en lo chanchos que éramos los argentinos de comer tanto. Ellos, los europeos, tan mesurados, tan cuidadosos... pero yo dejé medio choripán (y el resto lo comí sin pan) y sólo comí medio pedacito de carne. El tano engulló la picada, el choripán, tres pedazos de carne, mi pan, cebollas asadas y postre!! Seguramente el aire del bosque le abrió su educado apetito europeo.
Después del postre y los cafés, partimos hacia la playa... y ahí casi pido una bolsa para respirar dentro tratando de controlar mi ataque de pánico.
En eso apareció el guía que se había marchado, con el gomón... ¿¿¿cómo se sube a esa máquina???
Nerviosa estudié cada tramo del improvisado muelle y dónde pondría cada pie... después hice cualquier cosa, desde luego!! Pero fue simple, más simple que subir al asiento de atrás de la 4x4.
Hizo un frío de cagarse, pero el paseo fue lindísimo!!! y terminamos en otro muelle enclenque, que pude cruzar exitosamente. Así que primera prueba, superada!! (a pesar de los tropiezos)
Cuando llegué a Ushuaia decidí premiar mi valor con un rico café con coco (una especialidad que desconocía) y una porción de lemon pie. 
Estaba delicioso!!! pero no sé si fue el coco con el café, la torta, o los nervios acumulados durante el día, que casi no llego al hotel!!! Me instalé en el baño y no me podía levantar del inodoro!!! Fue una mezcla de mis peores diarreas pre-examen en la facultad con las del post operatorio bariátrico!!!
Pese a ese descontrolado final, fue una maravillosa experiencia, que casi casi me hace sentir preparada para todo. Incluso mi soñado vuelo en parapente!!!

jueves, 21 de julio de 2016

Un maratón en Pompeya


Vivo en Argentina. Estamos así como en el culo del mundo, lejos de todo. Los lugares más interesantes para visitar requieren al menos 10 horas de vuelo. Y lógicamente, una vez que estás in situ, querés hacer la mayor cantidad posible de cosas porque hiciste 10000 kilómetros, porque tus vacaciones son limitadas y porque no sabés si podrás volver algún día.
En mi caso, suelo elegir tours. En primer lugar, porque me gusta que me lleven. Amo conducir, pero vacacionar y manejar un auto para mí son incompatibles. El que está al volante no puede ver el paisaje. Y no me bancaría la tensión de ver qué salida tengo que tomar o cómo funciona un peaje sin personal de carne y hueso que lo atienda.
Obviamente tampoco elegiría el transporte público. No saber dónde bajar, horarios, dónde subir y demás, está bueno como aventura de un día pero en una quincena como que pierde la gracia.
Así elijo los tours, organizaditos y guiados, porque además me gusta saber información de los lugares que estoy visitando. Si no, es como estar frente a la proyección de una película con hermosas imágenes sin hilación, que no terminás de entender.
¿Por dónde anduviste? Y... no sé, había un puente hermoso, de hierro y de ahí cruzabas a un edificio que ocupaba manzana y media, estilo medieval, muy antiguo. ¿Qué era? No tengo la más puta idea.
No, no es mi estilo.
Pero andar en tour no es precisamente la octava maravilla y tiene sus bemoles. Una de sus peores desventajas (que a la vez es una ventaja) es cómo comprimen el tiempo. Ventaja y desventaja porque si bien te permite hacer más y más cosas, todo se convierte en una carrera inmunda contra el tiempo que conduce al agotamiento y al hastío.
En mi último viaje a Italia realmente me sentí cansada. Y no era para menos!!
Ensamblé dos tours, uno de Sicilia y sur de Italia con otro de Córcega y Cerdeña.
Sobre el final del primero cruzamos en crucero de una noche (detesto los cruceros!! Creo que son una creación del mismo Lucifer) desde Palermo y recalamos en Nápoles.
Allí  sólo pudimos caminar un par de cuadras, tomar un cafecito en el célebre café Gambrinus y admirar la belleza arquitectónica de las galerías Umberto (que, además de estar en refacciones, tenía todos los comercios cerrados,  obviamente, por la hora). Y esto fue lo único y lo mejor de esa abandonada ciudad llena de basura (literalmente, basura: pilas de residuos malolientes desparramadas por las calles!!)
Y así subimos a nuestro segundo hogar (digo, al bus) y partimos hacia Pompeya.
No puedo describir con palabras cuánta ilusión tenía de visitar las viejas ruinas sobrevivientes a la erupción del Volcán Vesubio!!!
Llegamos a las 9 y, antes de presentarnos al guía local, nuestra coordinadora anunció que tendríamos tiempo hasta las 13, hora en que partiríamos rumbo a Monte Cassino, otra de las paradas previas a nuestro destino final en Roma.
Yo pensé: 4 horas!!! Qué maravilla!!! Teníamos que regresar almorzados y con previo pasaje por los servicios (de desagote), pero aún así era un montón de tiempo!!!
Bueno, eso pensé en mi ingenuidad...
Al llegar, nos llevaron en masa a los toilettes y ya pichinaditos y listos, nos dispusimos a hacer la cola para entrar a las ruinas.
Cierto que la cola era larga, pero tampoco teníamos un millón de personas por delante; tal vez 15 minutos o media hora de espera y estaríamos adentro.
El sol estaba bien alto y el calor era abrasador. Comenzamos a sudar como si estuviéramos en clases de aerobics.
La cola no se movía, no avanzaba ni un milímetro.
Tras una hora de espera, mucho disgusto y quejas al por mayor nos enteramos que se les había roto el sistema!!!
¿No era mejor cuando había un viejito a la entrada arrancando tickets? La era de la computación sólo llegó para eso: para quedar sin sistema cada 2 x 3!!
Ahí empezó a manifestarse la disconformidad de esta pobre manada de víctimas. ¿Por qué no habían sacado los tickets de antemano siendo un tour contratado?
En algún momento se arregló lo informático, pero aún así había UNA SOLA persona que atendía la taquilla y no avanzábamos.
Es más, veíamos a gente que había llegado después, pasar alegremente delante de nosotros.
Ante nuestras preguntas insistentes el guía local nos informó que pasaban porque tenían un guía que había sacado las entradas "en masa".
¿Y nosotros qué teníamos en lugar de guía?... ¿al oso Yogui?
Cuando este pedazo de abombado nos avivó que podíamos hacer eso, rápidamente salimos de la cola y juntamos el dinero. En unos 15 minutos estábamos adentro. Claro que a todo esto ya eran las 10:30. Habíamos perdido una gloriosa hora y media en NADA.
Como consuelo nos dijo que de todos modos haríamos el tour  que teníamos previsto, sin corridas ni presiones.
Ajá, entonces la hora de salida de las 13 se movía, ¿no?... ¿No?... no.
La experiencia dentro de la ciudad vieja de Pompeya fue algo alucinante!! Nunca pensé que pudiera ser tan interesante y grandioso. Me fascinó!!! pese a que, por supuesto, hubo cosas que no pudimos ver por las colas que había para entrar. No disponíamos de tiempo extra.
Terminamos el recorrido a las 12:40 aproximadamente, lo que significaba que teníamos unos 20 minutos para ir al baño, comer y comprar algún recuerdo del lugar.
¿Qué me quedó por hacer? comenzar a correr!!
Primero lo primero: el toilette, que por supuesto no estaba vacío. Mientras los hombres entraban y salían del baño de caballeros, las mujeres hacíamos colas interminables. ¿Por qué no habrá baños unisex en los lugares turísticos?
Salí de ahí y pensé en comer algo al paso. Vi unas pizzas tentadoras que servían en el momento y se me ocurrió que era la mejor opción.
En una mano la latita de gaseosa y en la otra un platito con media pizza (sin cortar!!) y a comer caminando!!
Hay souvenirs que llevo de cada viaje: un imán y una bola de nieve (sí, esfera de nieve o globo de nieve, como se llame; me gusta decirle bola ¿y qué?) con el nombre del lugar.
Recorrí cada uno de los puestitos callejeros, a unos 60 km/h y no encontraba nada que me convenza (sí, porque no es cuestión de comprar cualquier cosa; me tiene que gustar)
Había visto otra hilera de puestitos callejeros al llegar. No estaba lejos (pensé) y comencé a correr para allá (todo esto con pizza y gaseosa en mano)
Pues estaba más lejos de lo que pensé y, para mi desilusión, no era más que un mercado de cosas usadas. 
Con desilusión regresé al lugar anterior y compré lo que más se acercaba a mi "bola deseada" (ya tenía el imán).
Había corrido tanto que quedaban unos 3 minutos para las 13. 
Y en eso, en un puestito callejero veo un dije de cristal de murano con el árbol de la vida, colgando de una cadena. Tenía fondo azul y muchos colores que brillaban a la luz del sol.
Fue amor a primera vista.
Lo hubiera comprado ya, pero no sabía si iba a entrar en mi grueso cogote.
Con la pizza y la gaseosa no podía probármelo, así que con la boca llena y lenguaje de señas pedí al vendedor que me lo colocara.
Haciendo malabarismos logré verme al espejo. Estaba hecho para mí.
Entonces tenía que pagar!!!
Era un puestito callejero y no tenía dónde apoyar mis cosas.
Pues terminé encajándole la pizza al vendedor, para revolver en mi cartera y terminar la transacción.
Corriendo una vez más, con el último bocado de pizza en el garguero, la gaseosa caliente, pero luciendo un hermoso dije colgado, llegué sofocada al bus. Sólo 5 minutos después de lo convenido (Y conste que no fui la última!!)
Deposité pesadamente mi trasero en el asiendo y enfoqué las dos salidas del aire acondicionado a mi cara, roja como si me hubiera azotado al sol.
Eso sí: había logrado todos mis objetivos en tiempo record!!!

martes, 14 de junio de 2016

Problemas de lenguaje: todo fue culpa de Babel!!



Todos estaban piolas conversando hasta que a algún arquitecto delirante (como la mayoría) se le ocurrió alzar la Torre de Babel, tan alta que tocaría el cielo, y Jehová enojado (y un poco ladino también) decidió confundir las lenguas de todos y provocar un quilombo tal que dura hasta nuestros días.
¡Cuánta maldad!... ¿Imaginan lo maravilloso que sería que todos hablásemos la misma lengua? Ya hablando el mismo idioma no nos entendemos, ¿qué se puede esperar cuando ni siquiera sabemos si el otro nos está halagando, forreando o puteando?
El idioma es un verdadero problema para el viajero.
Estudié inglés desde los 6 años, inglés de academia. 
Me di cuenta que poco me servía lo estudiado unos 10 años después, cuando viajé a Europa por primera vez y pregunté por el baño. Cuando dije "bathroom", la camarera me miró como si le hubiera preguntado por un masaje de callos plantales. Me preguntó "bathroom?" simulando bañarse. Y ahí comprendí que nada tenía que ver lo aprendido con la realidad. Tenía que usar la palabra toilette.
Cuando regresé a Europa después de muchos años, seguía con mi inglés de academia, pero como la necesidad tiene cara de hereje y tenía que sobrevivir a tres días sola en Holanda sin saber hablar holandés, mi inglés (que en algún lado de mi inconsciente había quedado archivado) fue brotando naturalmente y me defendí bastante bien. Hasta llegué a discutir temas de enchufes y adaptadores!!
Al tercer día en Maastricht estaba tan familiarizada con el inglés, que después del concierto de mi amado André Rieu, escribí mi mensaje en el libro de visitas... en inglés!!!!!
De todos modos comprendí que no me sentía del todo segura hablando en otro idioma, así que apenas llegada averigüé, tomé coraje y comencé un curso online.
No les puedo contar el cagazo que tenía la primera vez que tuve una clase de conversación!!! pero de a poco fui soltando la lengua y en el siguiente viaje me sentía más segura.
Claro que me jugó en contra el dialecto. Destino: Irlanda y Escocia!! 
Un día llegamos al hotel como de costumbre: después de las 20 hs. y muertos de hambre. Teníamos que encontrar un lugar donde cenar.
Nos metimos en una especie de bar hermoso, tomamos un menú y discutíamos qué sandwich elegir, cuando se presentó un irlandés cruzado con vikingo.
Me hablaba y no alcanzaba a entender si lo hacía en  chino mandarín, en ucraniano o en inglés. 
Por alguna razón no podíamos ordenar comida y no alcanzábamos a descubrir por qué.
Hasta que el grandioso lenguaje de señas nos salvó de la encrucijada: la cuestión era que hasta las 20 se podía comer, después sólo servían tragos!!
Pero en ocasiones el inglés (idioma "universal") no nos salva y el lenguaje de señas puede no conducir a buen puerto.
Como lo que le ocurrió a un amigo, estando de viaje en Tailandia, en un hotel donde no había un solo empleado que hablara inglés. Quería enviar ropa a la lavandería y como nadie lo entendía, tomó un calzoncillo y lo frotó con las manos. "Ahhhhhh", exclamó con una sonrisa pícara la dama tailandesa de recepción. Y unos minutos más tarde tenía una bella prostituta golpeando la puerta de su habitación, a fin de hacerle "el servicio".
Hay lugares donde hablan idiomas inentendibles y desde el barrendero hasta el concerje hablan inglés; y otros en los que simplemente no hay una sola alma que lo entienda, como me ocurrió en Rusia.
Se me había roto un zapato, se había desprendido parte de la suela y necesitaba pegamento.
Fui a un supermercado a fin de no tener que pedir a nadie el elemento en cuestión y servírmelo yo misma, mas en ningún estante encontraba un pomito o algo que se le pareciera. 
Intenté preguntar en inglés, en español y creo que también en esperanto, pero se ve que sólo funcionaban en modo ruso.
Así que busqué mi zapato, lo saqué de mi cartera y se lo mostré a la cajera, moviendo las dos partes como si se tratara de una enorme bocaza gritando "Socorroooooo!!!" Y fue mágico: la dichosa "gotita rusa" estaba junto a las cajas y por eso no la encontraba.
Lo que demuestra que nada es imposible. Desde la Torre de Babel quedamos un poco confundidos y hablando raro, pero cuando estamos de viaje hay un lenguaje universal que nos une... LA NECESIDAD!!!

domingo, 29 de mayo de 2016

El paraíso cubano: por qué no regresaría (última parte)



En el post anterior escribí acerca de los problemas "operativos" de los cubanos, pero lo que más duele, lo definitivo -a mi criterio- para no regresar son los problemas políticos.
Nuestra primera parada fue en Cayo Largo. El Cayo es una isla pequeña preparada sólo para el turismo, algo así como la ciudad de "The Truman Show", todo artificialmente puesto y preparado para el turista.
No hay casas particulares en Cayo Largo, toda construcción pertenece a alguna cadena hotelera, o bien a algo vinculado al turismo.
Ustedes se preguntarán adónde viven los empleados de los hoteles. La mayoría en la Isla de la Juventud, una especie de ghetto para nativos que trabajan allí.
Y trabajan muchísimo!!! Al no poder regresar a casa, los horarios son bastante extensos y están allí 20 días seguidos para retornar los 10 restantes a casa.
Los hoteles en Cayo Largo, aún con los problemas funcionales que relaté en el post anterior, son una burbuja en medio del paisaje cubano. Todo es bello, maravilloso, vistoso y falso, porque aún la burbuja más finamente construida puede dar lugar a ciertas filtraciones. De información, fundamentalmente.
Nuestro primer contacto con la realidad cubana fue en el locutorio, ese diminuto lugar en el que convivíamos las dos personas que navegaban (o más bien naufragaban) en internet, quien hablaba por teléfono y el pobre empleado, que llegaba a trabajar hasta 12 horas seguidas por un sueldo de hambre.
Un día, mientras mi sobrina estaba en la computadora (uno de los contados días que adquirimos tarjeta de internet), apareció una italiana y preguntó al empleado si tenía hijos. Él respondió que sí, que tenía una hija de 8 años. Entonces la mujer sacó de su bolso una caja de fibras de colores y se la regaló.
El muchacho la observó muy sorprendido, y con los ojos llenos de lágrimas agradeció el gesto. Acto seguido llamó alguien por teléfono, aparentemente un amigo o compañero de trabajo y entonces, muy emocionado, le contó: "Me regalaron una caja de lápices para mi niña... una caja de lápices!!", como si se tratara de un lingote de oro, o un manojo de euros.
Sentí una opresión en el corazón. No es que se trate de un pensamiento de mi mente capitalista-consumista, sino que ¿cómo se puede concebir trabajar tantas horas y ni siquiera poder darle a tu hijo un manojo de lápices con que pintar??
Comenzaba a entrar en la pesadilla cubana.
A excepción de la manteca y el queso, los lácteos en general, el buffet era una orgía alimenticia con todo tipo de sabores y colores. Me preguntaba si los empleados tendrían la misma chance que nosotros de degustar esos menúes. Supuse que sí, era lo más lógico que habiendo tanta comida, ellos pudieran disfrutarla también.
Pero me equivocaba. Una vez alguien nos dijo que nos sirviéramos de más, porque sólo así ellos podrían disfrutar nuestra comida. No podían tocar una sola tostada si no era producto de las sobras de nuestros platos.
Hasta los gatos que se paseaban entre las mesas tenían posibilidad de comer mejor!!!!!!
Dejar atrás Cayo Largo y entrar a Varadero fue un shock. Comenzamos a ver las casas dónde vivían los cubanos, los autos, el abandono. Las miserias de los cubanos quedaban al descubierto.
Las calles de cualquier ciudad cubana eran un verdadero viaje al pasado a través del túnel del tiempo. Se siente como estar viviendo en la década del 50 ó 60, en pueblos abandonados, tristes, desordenados.
A la par de los autos de los 50 circulan carros tirados por caballos, en una postal de absoluta y decadente tristeza, que curiosamente contrasta con la amplia sonrisa de los cubanos, que a poco de hablar un poco con ellos se convierte en una mueca sin sentido; y el baile, en un movimiento frenético tendiente a enfriar la cabeza y evitar pensar. "Bailamos y reímos para olvidar", dijo en algún momento uno de nuestros guías.
Nunca olvidaré la excursión de las tres ciudades cubanas: Santa Clara, Trinidad y Cienfuegos. Salimos a las 6 de la mañana y regresamos a las 10 de la noche. 
Las calles y rutas dicen mucho acerca de las miserias humanas.
Eso lo vi una vez que por error terminé entrando por la noche en una villa santafesina. Las calles estaban llenas de perros, chicos, otros animales... un caos.
Así eran las rutas cubanas. Oscuridad absoluta y gente caminando, bicicletas sin señalización, autos detenidos sin usar las banquinas... temblé durante todo ese viaje.
Pero sin duda alguna el peor choque lo encontraríamos en la ciudad de La Habana. Entrar y recorrer el malecón me dio la misma impresión de esas tantas películas de la posguerra mundial, con ciudades destruidas por los bombardeos y la destrucción bélica. Edificios en ruinas, poco mantenimiento y abandono general era el paisaje que nos recibía.
Sentí un nudo en el corazón.
Esa primera noche quisimos asistir al show del Buena Vista Social Club y como nuestro hotel estaba bastante alejado, teníamos que tomar un taxi. 
Salimos del hotel y un sujeto nos preguntó "¿Taxi?" Sí, respondimos a dúo, y nos indicó que lo siguiéramos. 
Así lo hicimos hasta cruzar la calle y encontrar un Fiat 125 viejo como la injusticia y sin ningún cartel que lo identifique como taxi.
Casi nos negamos a subir, pero él aseguró que era un taxi. Como no conocíamos, terminamos sentándonos.
Fue un largo viaje alambrando y temblando acerca de cuál sería nuestro destino. Nos preguntó si queríamos que nos buscara al final del show y acepté. Entonces pensé si acaso no aprovecharía la confianza que había forjado con nosotras en el primer viaje para darnos un hachazo en la cabeza en el segundo y dejándonos tiradas por ahí... qué poco sabíamos!!!
Llegamos perfectamente y antes de terminar el show ahí estaba nuestro taxista, esperándonos en horario.
Así descubrimos que a pesar de su aspecto, La Habana es una ciudad muy segura y nada malo podía pasarnos, al menos en lo que refiere a seguridad.
El viaje fue largo, así que aproveché para conversar con el chofer.
Nos enteramos entonces que había tres tipos de taxis: los oficiales (carísimos, porque son del gobierno), los taxistas aprobados (coches viejos particulares, con papeles para operar como taxis) y los truchos como éste (pertenecientes a cubanos que por tener otro trabajo -con el que no podían mantenerse- no podían acceder a una licencia de taxis.
En este caso nos contó que el taxi era suyo (la famosa "apertura" de Raúl Castro, que todos coincidieron que era sólo en teoría), pero que renegaba mucho cada vez que necesitaba un repuesto. Sólo a través del mercado negro podían conseguir repuestos y se jactaban de ser muy creativos para hacer funcionar autos de 60 años de edad, ensamblando repuestos inexistentes.
También hablamos de las libretas de racionamiento, que no alcanzaban ni para los primeros 10 días del mes.
Al día siguiente recibiríamos otro golpe de realidad al ver las larguísimas colas para retirar las provisiones. Cada cubano con su libreta de racionamiento, con casilleros para alimentos fundamentales (arroz, frijol, pan, carne... este último casillero nunca rellenado!)
Nuestro guía nos contó que sólo el pan se podía obtener diariamente; lo demás, bien gracias! Si no era por los rebusques cubanos, nadie podría sobrevivir más de una semana.
Las propinas eran reclamadas por toda acción y se vendía de todo. Así, en medio de un viaje en taxi, el chofer podía abrir la guantera y ofrecerte desde habanos hasta caracoles!!
Y los pedidos por la calle... nadie te pedía plata. Lo más solicitado por los cubanos era jabón, champú, chiclets y plumas. Los chicos no pedían golosinas, sino plumas... biromes!!!!!!!!
Me llena de tristeza incluso contarlo. Desde entonces no hay una vez que al bañarme y ver la espuma corriendo por mi cuerpo, no sienta una gran angustia por el pueblo cubano que no puede acceder a eso... a un poco de jabón para lavarse!!!!!!!!!
En el mismo Mercado Central, donde esperan que regatees precios, te ofrecen descuentos a cambio de los champucitos o jaboncitos del hotel. Realmente penoso...
El pueblo cubano es muy culto. Cualquier cubano sabe más de dos idiomas y los habla con fluidez. Los de mi edad han viajado a Rusia en los tiempos de la Unión Soviética y han estudiado algo. Y ésa tal vez sea la desgracia más grande de los cubanos: que saben lo que viven y dónde viven, no son ignorantes de su situación. La educación, en vez de sacarlos del agua los hunde aún más.
Un día viajamos en un taxi conducido por un ingeniero. Nos contó que trabajaba como ingeniero y ganaba algo así como el equivalente a 150 pesos de nuestra moneda. Por eso tenía ese taxi... ilegal!!
Si la policía nos detenía teníamos que decir que éramos conocidos, que nos habíamos hecho amigos anteriormente y él nos llevaba a recorrer la ciudad, sin cobrarnos. Pero la policía no nos detiene porque no ignora estas situaciones. Mira hacia otro lado porque sabe que de lo contrario la situación sería insostenible.
Fuimos al morro, para tomar fotos de la ciudad de La Habana, una vista maravillosa. Nos corrió la policía, no nos dejaron tomar fotos. "Así es la libertad en nuestro país", dijo tristemente el taxista.
De allí fuimos a la plaza de la revolución. "¿Qué haría el Che si resucitara y viera en qué se convirtió su revolución?", le pregunté. Respondió con resignación: "Se volvería a morir, de tristeza".
Todos idolatran al Che, pero detestan a los Castro y opinan que ya sería tiempo que se retiren de la vida política.
"Necesitarían otra revolución", afirmé. Y el taxista asintió.
Un día fuimos en bicitaxis. Yo no quería hacerlo porque me parecía una atrocidad que un pobre tipo tuviera que pedalear para llevarme, pero fue lo negociado por nuestro guía. 
Pedí ir en una bicicleta sola, porque mi sobrina y yo seríamos demasiado para el pobre ciclista, pero él insistió y nos llevó a las dos.
Por suerte íbamos cuesta abajo, que si no no sé cómo hubiera podido con ambas. En algún momento dejó escapar un "están bien alimentadas ustedes dos". 
Fueron sólo unas pocas cuadras y al llegar le pagué el doble de la tarifa, por el esfuerzo. Él rió como si hubiera recibido el premio mayor de la lotería y presumió frente a sus compañeros. A mí se me partió el corazón.
En Cuba pueden hablar mucho de igualdad, pero todo dista demasiado de ser igualitario. A la par de los viejos autos con patentes amarillas (de particulares) están los Mercedes Benz de caja automática con patentes negras (del gobierno).
Las casas no son iguales. Hay caserones, verdaderas mansiones!! y chozas...
El último día, un chofer nos preguntaba por qué no habíamos ido a Cayo Coco en lugar de Cayo Largo. Según él era el Cayo más lindo. Y agregó que no era sólo él quien así opinaba, ya que Fidel también tenía allí su casa de fin de semana.
Perdón???... ¿el líder de la revolución con casa de fin de semana?
Ese mismo chofer, en medio de la catarsis de esta conversación, nos dijo cuál era el secreto de la supervivencia cubana: nos tomamos un T.T.M. y listo!! A nuestra pregunta acerca de tan extraña droga de la que nunca habíamos oído, el negro con una amplia sonrisa de dientes blancos exclamó: Pues Tira Todo a la Mierda, chica!!!!!
Sabiduría cubana... de primera línea!!