miércoles, 29 de marzo de 2017

Marruecos en el imaginario popular y en vivo


Debo reconocer que no soy habitué de destinos exóticos.
Me gusta más lo tradicional, lo occidental, lo conocido.
Por ejemplo, ni ebria ni dormida me llevarían a la China milenaria, o a Tailandia, ni a India!!! Me quedo con lugares previsibles, comunes.
Sin embargo había un destino que se me había clavado como una espina en la planta del pie: Marruecos!!!
Desconozco la razón de tal fascinación. Tal vez antes me hubiera inclinado por Egipto y sus pirámides colosales. No; Marruecos, un sitio desconocido para mí, de no ser por la novela El clon, que me imbuyó del espíritu de esa gente y me ayudó a comprender las creencias de ese pueblo musulmán, más allá de las diferencias abismales con las nuestras, pero no por eso menos válidas o razonables.
Lo cierto es que en enero partí hacia ese lugar tan misterioso, con la creencia que en gran mayoría tenemos de los países del norte africano: son pobres, son áridos, son rústicos, son fanáticos religiosos, son mugrientos.
El desembarco en Tanger no contribuyó demasiado a cambiar esos prejuicios.
Caótico, superpoblado y desconcertante, serían los mejores piropos que podría dar al arribo al puerto.
Cargados con ambas valijas descendimos del ferry, ya que nuestro bus había quedado en tierras españolas. Más tarde llegaría la respuesta al interrogante de por qué no podríamos haber embarcado con bus incluido... solían meterse marroquíes debajo del vehículo, para poder huir hacia Europa.
Quedé sin palabras...
En fin, con dos maletas en mano llegamos al pie de una enooooorme escalera con una rampa empinadísima al medio.
Sí, no había otro modo de ingresar al puerto más que por ahí.
Un marroquí parloteando español se ofreció a llevarme la valija más grande. 
Con desconfianza respondí un no rotundo y, sacando los bofes por la boca, logré llegar a la cima, chorreada de sudor pese a que el clima estaba agradable en ese invierno light.
Más adelante, luego de pasar los controles migratorios de rutina, fui recibida por la guía, que verificó que estaba en un listado y me mostró a lo lejos un bus blanco, que sería mi hogar durante la semana siguiente.
Hice un par de pasos y otro marroquí que hablaba un perfecto español, quiso llevar mi maleta. 
Había una rampa menos empinada que la anterior, en bajada, así que volví a negarme.
Agregó que era el chofer de mi bus y se presentó, así que otra compañera y yo le entregamos confiadas las valijas.
Llegamos finalmente al vehículo y entonces graciosamente se dirigió a la otra viajera y a mí, presentándonos a nuestro verdadero chofer y exigiendo su propina.
Me indignó su actitud y con bronca le entregué unas monedas de euro, ya que aún no tenía cambio de moneda local.
Pensé que si así había sido el comienzo, qué me esperaría. Tendría que moverme con cautela. Esta gente no era de fiar.
Los días siguientes se encargaron de demostrarme lo equivocada que estaba.
En primer lugar, los marroquíes me resultaron encantadores. Atentos, simpáticos, diligentes y siempre dispuestos a ayudar, como en pocos países conocí.
Con relación a la aridez del paisaje, también me equivocaba. En los pocos días que disfrutamos de Marruecos, pudimos ver desierto, tierras verdes y fértiles, mar y playa, y hasta cruzar una cordillera nevada. Todo en tan poca extensión de tierra, si se quiere.
Y la mugre... mugre tenemos en nuestras ciudades!!!! No hay un solo papelito en el piso, siempre todo limpio inmaculado, los jardines recortaditos, avenidas de rosales y flores que nadie osa cortar... tendríamos que aprender de ellos!!
También tenía esa loca idea de ver al musulmán como fanático religioso y una vez más nada que ver!!
Totalmente abiertos, si bien tienen las 5 oraciones diarias, no largan todo para extender la alfombrita y ponerse a rezar mirando a la Meca, sino que consideran que el trabajo también es una forma de servir a Dios. 
Lo mismo con el velo; lo usa quien lo desea.
Es cierto que las mujeres tienen un trato un tanto diferente, pero ¿acaso en los países occidentales no lo tenemos también? Tal vez allí está más exacerbado, como lo de no poder fumar en público, pero siempre las mujeres tuvimos que luchar por la igualdad y la seguimos remando.
En fin, puedo asegurar que en mi estancia en el país africano, los marroquíes me pusieron la tapa!!
Claro que también habría muchas cosas a las cuales adaptarse... pero eso es material de un próximo capítulo!!