miércoles, 15 de agosto de 2018

El infierno de Afrodisias



Por más que me abollo la cabeza pensando, no logro dilucidar por qué elegí agosto para conocer la soñada Turquía. Yo, que me paso diciendo a todo el mundo que el peor mes para ir a Grecia es agosto, ¿por qué en algún momento pensé que en la vecina Turquía el clima sería diferente?
Encima de todo, ligué ola de calor. Sí, soy como la que saca siempre el bingo: viajé a España con la peor ola de frío, fui a Maastricht el día que hizo la máxima temperatura histórica y ahora vengo a conocer Turquía en medio de un verano feroz!!!
Lo cierto es que venía piloteando bastante bien las temperaturas altas... hasta hoy.
Una cosa es ir a la playa con ola de calor. A lo sumo te meterás debajo de una sombrilla, tirada en la arena o en una reposera como cachalote y sólo moverás tu trasero para levantarte a darte un remojón de vez en cuando en las frescas aguas de mar.
Pero otra cosa muy diferente es tener que recorrer ruinas históricas, donde no hay un puto árbol ni por error, con más de 40 grados de temperatura!!!!
Y convengamos que los turcos no colaboran en nada para poder hacer más soportable un tour de ese tipo.
Ellos toman la vida con calma. Si se puede dormir más, se duerme. Si pudieran estarían haciendo paradas, comiendo y tomando tecito cada media hora... en fin, son otra cultura. No tengo nada contra ellos, que vivan como quieran. Siempre que no me jodan a mí!!!
El día en Kusadasi se presentó caluroso desde temprano. Bah, temprano. El horario de salida del tour hacia Afrodisia era a las 8:30.
De haber sabido que era tan largo el camino, creo que mis compañeros y yo hubiéramos acordado unánimemente salir a las 6 de la mañana. Pero como lo ignorábamos, fuimos como tiernos corderitos al matadero.
También de haber ido directo hacia las ruinas, la cosa hubiera cambiado.
Llevábamos una hora de viaje cuando decidieron hacer una parada para usar baños y redesayunar. Sí, porque pueden estar todo el día tomando sus tecitos una y otra vez. Yo estaba llena hasta las orejas, así que sólo atiné a ir al baño y comprar un agua mineral.
Cuando salimos con mis compañeras de la tienda, con asombro vemos que... estaban lavando la combi!!!!!!!! A ver, ¿no pudieron lavarla el día anterior, que llegamos temprano del tour? Pues no, allí estaban dialogando animadamente, tecito de por medio, mientras lavaban la traffic en que nos transportamos.
Media hora después partimos. Sólo para parar unos 15 minutos más tarde a... cargar combustible!!!!!!!!
Ahí creímos que nos iba a dar algún patatús, pero se ve que argentinos y uruguayos somos fuerte. Venimos bancando cosas desde el Virreynato del Río de la Plata, que nos unen en una capacidad común de soportar idioteces.
Finalmente salimos. Claro, para cuando llegamos a Afrodisias eran las 12!!!!!!!!
Imaginen el cuadro: sol de mediodía, directo sobre la cabeza, ni una nube amiga (como diría mi sobrina Marce), ruinas históricas con sólo dos o tres arbolitos, piedra y caminata de casi 2 horas!!!!!!!!!
Un tractor nos transportó hasta la entrada (toda una aventura) y, tras una breve parada en los baños, emprendimos el duro camino.
Tenía sombrero, protector solar, llevaba una botella de agua, pero en un momento creí que moriría.
Nuestra guía, amorosa por cierto pero algo oxidada en el tema ya que hacía DOCE años que no visitaba el lugar, en un momento dado nos hizo meter por un camino polvoriento para ver un templo. 
Habíamos recorrido unos 500 metros por el sol, tapados de tierra hasta las orejas, muertos de sed (ya que el agua ya hervía, al igual que los bolsos, cámaras y celulares), cuando advertimos que el camino no llevaba a ningún sitio y tuvimos que regresar!!!!!!!!
A esa altura creo que arrastraba los pies. No podía dar un paso más!! pero había que llegar al estadio.
¿Por qué estos putos griegos y romanos construían los estadios tan apartados de la ciudad? Y al llegar, todavía nos quedaba una escalera de escalones altos por subir.
¿Y puede haber algo más?... sí, ¡¡¡¡¡¡tábanos!!!!!!!
Ahí sí me dije que sería mi último día en la tierra y me resigné a que mi pobre maltratada osamenta descansara en la tierra de los sultanes. Pero pudimos regresar a la entrada y en ese estado calamitoso pasamos por el museo para ver las esculturas.
Recién allí pudimos respirar un poco y normalizar el ritmo cardíaco, aire acondicionado mediante.
Me sentía un monstruo deforme, bañado en transpiración, con los pies hinchados como pelotas, la cara enrojecida por el sol y el esfuerzo y la boca seca, como masticando arena.
El litro de agua del almuerzo terminó de hacerme volver en mí.
Las ruinas eran fabulosas!!! pero reconozco que no pude disfrutarlas como hubiera querido.
Y el castigo no terminaba allí, sino que nos esperaban 3 horas más de viaje por ruta, con el sol azotando desde el vidrio que hay en el techo de la combi y con el aire acondicionado funcionando a desgano.
Cuando me dijeron que ese día iríamos a las piscinas naturales de Pamukkale, creí que iba a estallar de odio!!
Años soñando con ese lugar para tener que hacerlo en esas condiciones!!!!
Llegar hasta la cima fue otra caminata bajo el crudo sol, pero eran las 17:30 y ya no se sentía a Febo como a las 12, o bien había perdido la sensibilidad. No puedo asegurarlo.
En un momento dije "está bien, hago zoom con la cámara y saco fotos desde acá", pero cuando ese espectáculo de blanco inmaculado se presentó ante mí no pude menos que pucherear de la emoción de sentirme tan chiquita al lado de tanta belleza natural.
Y las fuerzas volvieron. Y terminé el camino. Y después de años de soñarlo, metí mis patitas 45 en las cálidas aguas de Pamukkale.