martes, 8 de noviembre de 2016

Una cuestión de peso



Estoy totalmente de acuerdo con los controles de seguridad en los aeropuertos, pero a veces se pasan un poquito de la raya!!
Así, por ejemplo, en el aeropuerto Heathrow  de Londres, me sentí la peor de las delincuentes cuando el detector de metales comenzó a sonar. Todos empezaron a mirarme como si estuviera portando un facón en los calzones. Me hicieron descalzar, me revisaron manualmente, una mujer de seguridad aeroportuaria me palpó completa con los brazos en alto, cuando resultó que el arma que llevaba oculta y delataba el aparato no era ni más ni menos que el ganchito de mi sostén!!!
En este último viaje también al pasar mi bolso de mano detectaron algo sumamente peligroso. Me obligaron a abrirlo y sacar una por una las mil cosas que suele haber en un bolso de mujer.
En eso, apareció una galleta de nuez, que tenía envuelta en el papel de la panadería tal como me la vendieron, y guardaba para desayunar en algún momento. 
El oficial de turno comenzó a amasarla y olerla. En un momento le dije en correcto inglés que la tirara, que no me importaba y volvió a depositarla en el bolso.
Finalmente lo amenazante era el estuche de mis anteojos, que tenía los bordes metálicos.
¿Hay necesidad de tanto? Por otro lado no revisaron ni un bolsillo, donde yo podía tener cualquier cosa y pasaba por alto!!
Pero sin duda alguna el momento más espantoso que pasé en temas de seguridad aeroportuaria y cumplimiento de normas de transporte aéreo, fue en mi viaje Atenas/Roma.
Me habían adelantado que eran muy severos con el peso del equipaje de mano. 
Yo iba con mi valijita reglamentaria, sólo que en lugar de tener los 8 kgs. permitidos, llevaba casi 12!!
El consejo del personal de la agencia que me recibió fue que procurara la cintita de aprobación del equipaje de mano, que luego de eso no me joderían. Así que ése fue mi primer objetivo.
Llegué a despachar el equipaje y sonreí cuando mi valija grande pesó 22,800 kgs., 200 gramos debajo de lo permitido!! 
Entonces, haciéndome la ingenuota, toqué unas etiquetas que había sobre el mostrador y pregunté si acaso eran para el equipaje de mano. La empleada me respondió que no, que ella las tenía; y acto seguido consultó si yo llevaría algo en cabina. 
Respondí que sí y le mostré a la "pequeña", que me hizo depositar sobre la balanza.
"Listo, estoy frita", pensé. El peso arrojado fue de 11,450 kgs., pero la señorita nada dijo y prendió la etiqueta de mi equipaje, por lo que me sentí segura y me dije "ya está".
Lo que yo no sospechaba es que, mientras estaba haciendo la cola para abordar, aparecería un tipo rudo, como integrante de la Gestapo salido de una película nazi, que comenzó a caminar, con las manos atrás, en postura bien vigilante, revisando cada uno de los bártulos que cargábamos los pobres infelices viajeros.
A los gritos mandaba al azar lo que le parecía excedido hacia el mostrador de la puerta de salida.
Y allí estaba el aparatito infernal: una especie de freezer enano, con luces en su interior, adentro del cual había que depositar el equipaje de mano y si sonaba por exceso, no había lola: había que despachar la valija con el resto del equipaje, que por supuesto facturarían.
Creo que debí hacer eso, pagar y quedarme tranquila, pero por el contrario comencé a sentir la presión del que está "fuera de la ley".
Pasó a mi lado, yo azul de contener la respiración, y miró la etiqueta autorizando mi equipaje como "de mano" y siguió de largo.
Me sentí una triunfadora por haber burlado el sistema. Ya podía abordar en paz.
Pero en eso, el Sr. Gestapo comenzó a fijarse en otra cosa: aquéllos que tenían más de un bolso de mano. Y yo tenía una cartera... bueno, no era una cartera, era otro bolso, con la cámara entre otras cosas... que debe haber pesado unos 5 kgs!!!!
Ahí me broté y otra vez me invadió la sensación de estar delinquiendo.
Entonces, vestida completa de negro, camuflé la correa negra de este bolso y tiré la parte grande hacia atrás, sobre mi trasero. Así, cada vez que este señor hacía su recorrido yo me ponía de costado mirándolo, apoyada sobre la manijita de mi valija permitida. Y cuando pasaba del otro lado, yo me daba vuelta.
Después de haber enviado a mucha gente a facturar equipaje, se retiró y pude respirar. Mas apenas comenzó el abordaje, regresó y se instaló de pie entre los dos lectores de las tarjetas de embarque.
Me coloqué en la cola de la izquierda, para poder seguir escondiendo mi bolso de ese lado y cuando sólo quedaban dos personas delante de mí, el scanner comenzó a fallar, lo que obligó a Mr. Gestapo a instalarse en mi lector!!!!
Creo que transpiraba miedo... falló el primero, falló el segundo... y cuando me tocaba el turno, reiniciaron el aparato y comenzó a funcionar nuevamente.
Apenas escanearon mi tarjeta arrastré mi valija con rueditas tan rápido por la manga, que parecía levantar vuelo!!!!
Entonces me asaltó una duda: si acaso no habría otro Mr. Gestapo en la puerta del avión. El corazón me dio un vuelco.
Afortunadamente me esperaban dos azafatas sonrientes y con un "Kalimera" terminó el horror.
Recién pude respirar con la valijita guardada y el bolso debajo de mis piernas.