domingo, 29 de mayo de 2016

El paraíso cubano: por qué no regresaría (última parte)



En el post anterior escribí acerca de los problemas "operativos" de los cubanos, pero lo que más duele, lo definitivo -a mi criterio- para no regresar son los problemas políticos.
Nuestra primera parada fue en Cayo Largo. El Cayo es una isla pequeña preparada sólo para el turismo, algo así como la ciudad de "The Truman Show", todo artificialmente puesto y preparado para el turista.
No hay casas particulares en Cayo Largo, toda construcción pertenece a alguna cadena hotelera, o bien a algo vinculado al turismo.
Ustedes se preguntarán adónde viven los empleados de los hoteles. La mayoría en la Isla de la Juventud, una especie de ghetto para nativos que trabajan allí.
Y trabajan muchísimo!!! Al no poder regresar a casa, los horarios son bastante extensos y están allí 20 días seguidos para retornar los 10 restantes a casa.
Los hoteles en Cayo Largo, aún con los problemas funcionales que relaté en el post anterior, son una burbuja en medio del paisaje cubano. Todo es bello, maravilloso, vistoso y falso, porque aún la burbuja más finamente construida puede dar lugar a ciertas filtraciones. De información, fundamentalmente.
Nuestro primer contacto con la realidad cubana fue en el locutorio, ese diminuto lugar en el que convivíamos las dos personas que navegaban (o más bien naufragaban) en internet, quien hablaba por teléfono y el pobre empleado, que llegaba a trabajar hasta 12 horas seguidas por un sueldo de hambre.
Un día, mientras mi sobrina estaba en la computadora (uno de los contados días que adquirimos tarjeta de internet), apareció una italiana y preguntó al empleado si tenía hijos. Él respondió que sí, que tenía una hija de 8 años. Entonces la mujer sacó de su bolso una caja de fibras de colores y se la regaló.
El muchacho la observó muy sorprendido, y con los ojos llenos de lágrimas agradeció el gesto. Acto seguido llamó alguien por teléfono, aparentemente un amigo o compañero de trabajo y entonces, muy emocionado, le contó: "Me regalaron una caja de lápices para mi niña... una caja de lápices!!", como si se tratara de un lingote de oro, o un manojo de euros.
Sentí una opresión en el corazón. No es que se trate de un pensamiento de mi mente capitalista-consumista, sino que ¿cómo se puede concebir trabajar tantas horas y ni siquiera poder darle a tu hijo un manojo de lápices con que pintar??
Comenzaba a entrar en la pesadilla cubana.
A excepción de la manteca y el queso, los lácteos en general, el buffet era una orgía alimenticia con todo tipo de sabores y colores. Me preguntaba si los empleados tendrían la misma chance que nosotros de degustar esos menúes. Supuse que sí, era lo más lógico que habiendo tanta comida, ellos pudieran disfrutarla también.
Pero me equivocaba. Una vez alguien nos dijo que nos sirviéramos de más, porque sólo así ellos podrían disfrutar nuestra comida. No podían tocar una sola tostada si no era producto de las sobras de nuestros platos.
Hasta los gatos que se paseaban entre las mesas tenían posibilidad de comer mejor!!!!!!
Dejar atrás Cayo Largo y entrar a Varadero fue un shock. Comenzamos a ver las casas dónde vivían los cubanos, los autos, el abandono. Las miserias de los cubanos quedaban al descubierto.
Las calles de cualquier ciudad cubana eran un verdadero viaje al pasado a través del túnel del tiempo. Se siente como estar viviendo en la década del 50 ó 60, en pueblos abandonados, tristes, desordenados.
A la par de los autos de los 50 circulan carros tirados por caballos, en una postal de absoluta y decadente tristeza, que curiosamente contrasta con la amplia sonrisa de los cubanos, que a poco de hablar un poco con ellos se convierte en una mueca sin sentido; y el baile, en un movimiento frenético tendiente a enfriar la cabeza y evitar pensar. "Bailamos y reímos para olvidar", dijo en algún momento uno de nuestros guías.
Nunca olvidaré la excursión de las tres ciudades cubanas: Santa Clara, Trinidad y Cienfuegos. Salimos a las 6 de la mañana y regresamos a las 10 de la noche. 
Las calles y rutas dicen mucho acerca de las miserias humanas.
Eso lo vi una vez que por error terminé entrando por la noche en una villa santafesina. Las calles estaban llenas de perros, chicos, otros animales... un caos.
Así eran las rutas cubanas. Oscuridad absoluta y gente caminando, bicicletas sin señalización, autos detenidos sin usar las banquinas... temblé durante todo ese viaje.
Pero sin duda alguna el peor choque lo encontraríamos en la ciudad de La Habana. Entrar y recorrer el malecón me dio la misma impresión de esas tantas películas de la posguerra mundial, con ciudades destruidas por los bombardeos y la destrucción bélica. Edificios en ruinas, poco mantenimiento y abandono general era el paisaje que nos recibía.
Sentí un nudo en el corazón.
Esa primera noche quisimos asistir al show del Buena Vista Social Club y como nuestro hotel estaba bastante alejado, teníamos que tomar un taxi. 
Salimos del hotel y un sujeto nos preguntó "¿Taxi?" Sí, respondimos a dúo, y nos indicó que lo siguiéramos. 
Así lo hicimos hasta cruzar la calle y encontrar un Fiat 125 viejo como la injusticia y sin ningún cartel que lo identifique como taxi.
Casi nos negamos a subir, pero él aseguró que era un taxi. Como no conocíamos, terminamos sentándonos.
Fue un largo viaje alambrando y temblando acerca de cuál sería nuestro destino. Nos preguntó si queríamos que nos buscara al final del show y acepté. Entonces pensé si acaso no aprovecharía la confianza que había forjado con nosotras en el primer viaje para darnos un hachazo en la cabeza en el segundo y dejándonos tiradas por ahí... qué poco sabíamos!!!
Llegamos perfectamente y antes de terminar el show ahí estaba nuestro taxista, esperándonos en horario.
Así descubrimos que a pesar de su aspecto, La Habana es una ciudad muy segura y nada malo podía pasarnos, al menos en lo que refiere a seguridad.
El viaje fue largo, así que aproveché para conversar con el chofer.
Nos enteramos entonces que había tres tipos de taxis: los oficiales (carísimos, porque son del gobierno), los taxistas aprobados (coches viejos particulares, con papeles para operar como taxis) y los truchos como éste (pertenecientes a cubanos que por tener otro trabajo -con el que no podían mantenerse- no podían acceder a una licencia de taxis.
En este caso nos contó que el taxi era suyo (la famosa "apertura" de Raúl Castro, que todos coincidieron que era sólo en teoría), pero que renegaba mucho cada vez que necesitaba un repuesto. Sólo a través del mercado negro podían conseguir repuestos y se jactaban de ser muy creativos para hacer funcionar autos de 60 años de edad, ensamblando repuestos inexistentes.
También hablamos de las libretas de racionamiento, que no alcanzaban ni para los primeros 10 días del mes.
Al día siguiente recibiríamos otro golpe de realidad al ver las larguísimas colas para retirar las provisiones. Cada cubano con su libreta de racionamiento, con casilleros para alimentos fundamentales (arroz, frijol, pan, carne... este último casillero nunca rellenado!)
Nuestro guía nos contó que sólo el pan se podía obtener diariamente; lo demás, bien gracias! Si no era por los rebusques cubanos, nadie podría sobrevivir más de una semana.
Las propinas eran reclamadas por toda acción y se vendía de todo. Así, en medio de un viaje en taxi, el chofer podía abrir la guantera y ofrecerte desde habanos hasta caracoles!!
Y los pedidos por la calle... nadie te pedía plata. Lo más solicitado por los cubanos era jabón, champú, chiclets y plumas. Los chicos no pedían golosinas, sino plumas... biromes!!!!!!!!
Me llena de tristeza incluso contarlo. Desde entonces no hay una vez que al bañarme y ver la espuma corriendo por mi cuerpo, no sienta una gran angustia por el pueblo cubano que no puede acceder a eso... a un poco de jabón para lavarse!!!!!!!!!
En el mismo Mercado Central, donde esperan que regatees precios, te ofrecen descuentos a cambio de los champucitos o jaboncitos del hotel. Realmente penoso...
El pueblo cubano es muy culto. Cualquier cubano sabe más de dos idiomas y los habla con fluidez. Los de mi edad han viajado a Rusia en los tiempos de la Unión Soviética y han estudiado algo. Y ésa tal vez sea la desgracia más grande de los cubanos: que saben lo que viven y dónde viven, no son ignorantes de su situación. La educación, en vez de sacarlos del agua los hunde aún más.
Un día viajamos en un taxi conducido por un ingeniero. Nos contó que trabajaba como ingeniero y ganaba algo así como el equivalente a 150 pesos de nuestra moneda. Por eso tenía ese taxi... ilegal!!
Si la policía nos detenía teníamos que decir que éramos conocidos, que nos habíamos hecho amigos anteriormente y él nos llevaba a recorrer la ciudad, sin cobrarnos. Pero la policía no nos detiene porque no ignora estas situaciones. Mira hacia otro lado porque sabe que de lo contrario la situación sería insostenible.
Fuimos al morro, para tomar fotos de la ciudad de La Habana, una vista maravillosa. Nos corrió la policía, no nos dejaron tomar fotos. "Así es la libertad en nuestro país", dijo tristemente el taxista.
De allí fuimos a la plaza de la revolución. "¿Qué haría el Che si resucitara y viera en qué se convirtió su revolución?", le pregunté. Respondió con resignación: "Se volvería a morir, de tristeza".
Todos idolatran al Che, pero detestan a los Castro y opinan que ya sería tiempo que se retiren de la vida política.
"Necesitarían otra revolución", afirmé. Y el taxista asintió.
Un día fuimos en bicitaxis. Yo no quería hacerlo porque me parecía una atrocidad que un pobre tipo tuviera que pedalear para llevarme, pero fue lo negociado por nuestro guía. 
Pedí ir en una bicicleta sola, porque mi sobrina y yo seríamos demasiado para el pobre ciclista, pero él insistió y nos llevó a las dos.
Por suerte íbamos cuesta abajo, que si no no sé cómo hubiera podido con ambas. En algún momento dejó escapar un "están bien alimentadas ustedes dos". 
Fueron sólo unas pocas cuadras y al llegar le pagué el doble de la tarifa, por el esfuerzo. Él rió como si hubiera recibido el premio mayor de la lotería y presumió frente a sus compañeros. A mí se me partió el corazón.
En Cuba pueden hablar mucho de igualdad, pero todo dista demasiado de ser igualitario. A la par de los viejos autos con patentes amarillas (de particulares) están los Mercedes Benz de caja automática con patentes negras (del gobierno).
Las casas no son iguales. Hay caserones, verdaderas mansiones!! y chozas...
El último día, un chofer nos preguntaba por qué no habíamos ido a Cayo Coco en lugar de Cayo Largo. Según él era el Cayo más lindo. Y agregó que no era sólo él quien así opinaba, ya que Fidel también tenía allí su casa de fin de semana.
Perdón???... ¿el líder de la revolución con casa de fin de semana?
Ese mismo chofer, en medio de la catarsis de esta conversación, nos dijo cuál era el secreto de la supervivencia cubana: nos tomamos un T.T.M. y listo!! A nuestra pregunta acerca de tan extraña droga de la que nunca habíamos oído, el negro con una amplia sonrisa de dientes blancos exclamó: Pues Tira Todo a la Mierda, chica!!!!!
Sabiduría cubana... de primera línea!!

viernes, 13 de mayo de 2016

El paraíso cubano: por qué no regresaría (primera parte)

 
 
Retomamos los últimos capítulos de la experiencia caribeña, a fin de que los lectores comiencen a entender por qué nunca más regresaría a tierras cubanitas.  
A ver si me puedo explicar... Me encantó el paisaje, las playas maravillosas, los hoteles increíbles, la gente muy cálida, pero Cuba tiene -apelando a mi gran poder de síntesis- dos problemas muy importantes: el servicio y su forma de gobierno.
Comenzaré por la primera, aunque la verdad es que no sé por dónde empezar, porque nos pasaron tantas cosas locas que será preciso elegir cuáles incluir y cuáles no en este relato.
Tuvimos la suerte de alojarnos en hoteles pertenecientes a una cadena española (al menos en un 49%), todos cinco estrellas, y la verdad es que eran impactantes: su arquitectura, los jardines, todas las instalaciones, pero a los pocos minutos de permanecer allí comenzaban a aflorar los problemas cubanitos comunes a todos ellos.
Nunca entendí cómo hoteles con una capacidad para más de 500 huéspedes, no llegaba a las 100 sillas en el buffet, siendo que no había turnos para sentarse a desayunar, almorzar o cenar.
Largas colas para sentarse, colas para servirse, colas para esperar que nos alcanzaran la bebida...
Varadero fue el peor.
El hotel era majestuoso, parecía un sueño estar alojadas allí. Pero...
El primer día que llegamos hacía un calor asfixiante y en el interior del buffet -que era donde más espacio había- el aire acondicionado no funcionaba.
Afuera, todo completo!! pero sobraba espacio. Claro que a la sugerencia de colocar afuera una mesa de adentro, la respuesta fue categórica: "No, no se puede".
En ese restaurante todos eran amables y cordiales. Recibían los pedidos con una sonrisa y se retiraban con otra. Claro que jamás regresaban!! O bien, al hacerlo llegaban con algo distinto a lo que habías pedido. Y a veces terminabas por aceptarlo, simplemente para no esperar más!!!
En ocasiones terminábamos la comida sin beber una gota de líquido, porque nunca llegaba el pedido.
Nos fue una semana de entrenamiento para que las mozas aprendieran lo que era una bebida con hielo.
A veces nos respondían cosas incoherentes, como el día en que faltaban cucharas para revolver el café en el desayuno y nos dijeron: "No hay cucharas", porque todas estaban sucias!!!!!!!! Y así el café se enfriaba, a menos que lo revolvieras con el dedo, o con un tenedor, como tuvimos que hacerlo cierta vez.
Otro tema: las comunicaciones no existían.
En Cayo Largo hice mis pocas llamadas a Argentina desde un pequeño locutorio en presencia del empleado que escuchaba todo, pero en Varadero me negué a compartir mis llamados con un perfecto extraño así que insistí en hacer los llamados desde la habitación.
Mi primer intento fue en vano, ya que aún siguiendo las instrucciones de todos los números que había que anteponer, no conseguía más que un tono de ocupado.
Llamé a recepción. Allí me informaron que tendría que aguardar dos horas (desde nuestro ingreso a la habitación) para que informatizaran la línea. Aguardé dos, cuatro, seis, diez horas!!! y la informatización nunca llegó.
Así fui al dichoso locutorio, decidida a hablar frente al empleado pero cargando el consumo a la habitación (ya que pagando con tarjeta de crédito nos favorecía el cambio monetario) Pues tampoco lo logré, ya que eso también necesitaba de la bendita "informatización" que no llegaba.
Cuatro días estuvimos en Varadero sin poder hacer esa llamada a menos que pagáramos en efectivo.
Y cambiar dinero también era todo un tema!!! Había que ir a una CADECA (Casa de Cambio) que funcionaba dentro del hotel unas tres o cuatro horas por día. Las colas eran infernales y los empleados eran infernalmente lentos para atender.
Además, creo que ni explicándoles en el mismo idioma (y con manzanitas, si era necesario) te entendían.
Un día quise cambiar 150 dólares a CUC (la moneda cubana). De más estuvo explicar a la empleada durante mucho tiempo qué quería hacer, que hizo lo que quiso y me dio el cambio que quiso, que sólo acepté para no perder toda una tarde en el trámite.
A nadie importaba solucionar nada. Noté una desidia total y absoluta en relación al turista.
Un día, por ejemplo, concurrí a la oficinita de nuestra agente de turismo allá y pregunté a la representante cuántos kilos admitía la aerolínea para el equipaje a despachar y si se podía hacer de a dos, ya que mi sobrina llevaba menos kilos y yo más. Me respondió lo previsible: "No lo sé". A lo que pregunté si podía averiguar en la aerolínea y su respuesta también fue la misma.
Acto seguido se puso a hablar por teléfono mientras yo permanecía pintada de pie en el escritorio, hasta que me fui por propia voluntad, más desconcertada que cuando había llegado.
La dejadez fue notoria en el último de los hoteles en La Habana. El primer día el viento voló una reposera dentro de una de las piletas. Allí permaneció los dos días siguientes. Nadie la quitó de la piscina que estaba llenándose.
Lo mismo ocurrió con una latita de gaseosa depositada en un cenicero de pie. Estuvo todos los días allí, como objeto de un extraño ritual.
El último día de nuestra estadía un spot se cayó del techo, frente a nuestra habitación y quedó colgando de los cables. ¿Ustedes creen que alguien lo arregló (pese a que lo vieron, porque las mucamas entraron a hacer la limpieza)?... adivinen...
Y tuvimos suerte, porque los mayores inconvenientes técnicos que tuvimos se relacionaron con los teléfonos, un ventilador de techo que no funcionaba o una puerta que no cerraba, pero escuchamos historias más horribles, como la de personas que estuvieron dos días sin agua en su habitación, o que les asignaron la misma habitación que a otros (extraños que podían entrar con su propia tarjeta!!
También estaban presentes las que llamamos "incoherencias"... así por ejemplo se podía graduar la temperatura del aire acondicionado sólo en teoría, porque era central y el manejo principal era de ellos... o los horarios de piscina y las toallas!! Las piletas permanecían abiertas hasta las 20 hs., pero entregaban las toallas hasta las 18!!
Se podía abonar las excursiones con tarjeta, pero hasta las 19hs, pasada esa hora no funcionaban los postnets!!!
La guindita en la torta estuvo en nuestro regreso. Salíamos en el vuelo del domingo a las 4 de la tarde para llegar el lunes a Argentina. El martes tenía que volver a la oficina.
Teníamos todo listo y ya estaba por bajar a hacer el check out al mediodía, cuando el teléfono sonó y recibí la peor de las noticias: el vuelo se había cancelado!!!!!!!!!
Problemas técnicos, dijeron. Y que se ocuparían de nuestra estadía y comidas hasta que saliera el nuevo vuelo. ¿Cuándo? Pretender saberlo era demasiado.
Nos dieron 6 minutos libres para comunicarnos con nuestras familias. ¿Cómo arreglar familia, traslado, trabajo, en seis mugrosos minutos de esas comunicaciones imposibles desde Cuba?
Hicimos lo que pudimos y nos dispusimos a aguardar por una respuesta.
Sí sí, acertaron... la respuesta nunca llegó. Al menos no, hasta la mañana siguiente, cuando nos dijeron que al mediodía nos pasarían a buscar.
Esperamos horas frente al hotel hasta que llegó nuestro bus.
Llovía y yo pensaba: "lo único que falta es que por el tiempo no nos podamos ir!!!"
Finalmente llegamos al aeropuerto y nos dispusimos a hacer la larga cola (sí, una más) para hacer el check in en la empresa de aviación.
En medio de la cola nos enteramos que nuestro avión no saldría a las 4 de la tarde, sino a las 7!! lo que fue una terrible noticia, simplemente porque no sabíamos que nos aguardaba una peor!!!!
Cuando nos íbamos acercando a los mostradores notamos que había mucha gente alterada, parejitas que se quejaban porque los sentaban en asientos separados y cosas por el estilo. A esta altura creo que no me hubiera importado viajar prendida de la cola del avión con tal de salir de ese país. Tenía el "síndrome del escape" y ya lo único que deseaba era estar en mi casa!!!!
Entonces llegó nuestro turno. Así, alegremente nos informaron que no había más asientos en clase turista!!!!
El avión que habían puesto en lugar del descompuesto era más chico que el original y entonces 40 personas quedarían sin asiento.
Y ahí vino la "avivada cubana": la propuesta de viajar en primera por 100 dólares por persona.
No lo consultamos demasiado. La opción era ésa, o bien esperar un día más y viajar a Argentina vía Panamá. Ni lo dudamos, pusimos la plata y esperamos el registro.
Entonces... se cortó la luz!!!!!!!!
No lo podía creer. Creo que mi presión arterial máxima estaba en 250!!
Al rato volvió la energía y recomenzaron el registro. Entonces la impresión del boleto salió mal!!!!!! Creí que mi cabeza iba a explotar y justo cuando iba a reimprimirlo... un nuevo corte de luz!!!!
No soy persona religiosa, pero ahí miré a mi sobrina y le dije: comencemos a rezar.
Cómo me habrá visto alterada la empleada que me dijo "Quédese tranquila, señora, que los asientos ya están reservados".
Miré hacia atrás, el tendal de personas que quedaba. Lloraban (literalmente) de impotencia!! Una parte se quedaría hasta el vuelo vía Panamá y los demás quién sabe hasta cuándo estarían retenidos en "la isla maldita", porque a causa de la sobreventa de semana santa no había lugar en ningún vuelo.
Finalmente salimos triunfantes con nuestros boletos, hicimos migraciones y pasamos al mundo de gente que esperaba con su ticket de almuerzo cubierto por la aerolínea.
Un sandwich y una latita de asquerosa gaseosa cubana, pero cualquier cosa era bienvenida para las 4 de la tarde.
Cuando terminamos de "almorzar" nos urgía comunicarnos nuevamente con Argentina, para arreglar nuevamente el traslado, ya que llegaríamos tres horas más tarde.
Pero ésa tampoco sería una tarea sencilla, porque no había locutorios y las únicas tarjetas telefónicas que vendían no eran para los teléfonos públicos, sino para celulares... cubanos!!! Sí, una muestra más de las incoherencias de ese pequeño país.
En medio del caos conseguimos que una gentil cubana nos prestara su celular y le cargamos la tarjeta recién comprada y llamamos. Pero nuevamente surgiría una contraorden... a las 7, habiendo iniciado el embarque, avisaron por los altavoces que el vuelo se pospondría hasta las 9, por problemas técnicos.
¿¿¿Dos horas más???
Allí estalló la calentura argentina. Todos nos pusimos a gritar, a aplaudir, a quejarnos con furia!!
Entre los afectados por la inoperancia de Cubana de Aviación había un grupo de venezolanos. Estaban en el aeropuerto desde la 1 de la mañana y habían logrado embarcar a las 5 de la tarde, mas después de una voltereta por el aire se habían visto obligados a aterrizar nuevamente por problemas en uno de los instrumentos de vuelo y ahora esperaban la gracia divina al igual que nosotros. Eso sí, con una resignación caribeña inigualable, que distaba de la calentura argentina, que estallaría aún más...
En efecto, pasadas las 9 nos informaron que el vuelo no saldría hasta la mañana siguiente!!!!!!! Nos sugerían regresar por nuestra cuenta a La Habana y buscar hotel, gastos de los que después Cubana de Aviación se haría cargo.
Nos plantamos y todos resolvimos no movernos del aeropuerto.
Algunos estaban muy calientes. A esta altura yo ya estaba como anestesiada, sólo pensaba en cómo huir de allí!! Pensé que los pasajeros vía Panamá llegarían antes que nosotros y al menos esa noche dormirían en una cama cómoda.
Y así, de la nada, en las pizarras se leyó que nuestro vuelo saldría, lo que a todos nos pareció extraño después de tanto problema técnico. ¿¿¿A qué avión nos subirían???
Cuando iniciamos el embarque, desconcertados, la chica que nos vendió el pasaje en primera nos apartó y nos dio la explicación: la tripulación había llegado cansada y como era la misma, querían descansar hasta el día siguiente. Habían entonces cambiado un par de jugadores y ahora saldríamos.
No demasiado convencidas de la explicación subimos al avión y efectivamente comprobamos que había un piloto extra sentado a nuestro lado, en primera.
Al entrar, una vieja se encargó de pedir disculpas por los gritos de sus compatriotas, aclarando que se avergonzaba del comportamiento de los argentinos.
Pues yo no me avergonzaba, porque nos manipularon y maltrataron con órdenes y contraórdenes desde el principio, sin proporcionar información y sin respeto alguno por nosotros. Que se hicieran cargo de aquello que provocaron!!!
Muchos perdieron sus vuelos de confirmación, otros como yo un día de trabajo, y encima al llegar por poco nos mandan al Aeropuerto de Córdoba a causa del mal tiempo!!!!!!!!!! (hubiera sido lo que faltaba!!)
Y así terminó nuestro viaje, con los condimentos del segundo problema cubano que narraré en el próximo post. Lo cierto es que esto y lo que resta hicieron que al llegar a mi casa me pusiera de rodillas y besara mi suelo argentino!!!!!!!
 
Continuará...