martes, 7 de febrero de 2017

La tortura flamenca



Ante todo lo confieso: soy una persona que gusta de los bailes típicos de los distintos países, pero detesto el flamenco. No sabría explicar porqué. Si acaso es la falta de femineidad de la mujer, o lo monótono de las canciones, que a la larga me parecen todas el mismo lamento... pero no me gusta.
Y no es nada contra la música española, porque de hecho hay muchos bailes que me encantan y levantan el espíritu y elevan el corazón, lo que no me ocurre con el flamenco.
Cuando mi compañía de turismo ofreció como opcional la "noche flamenca" en un tablao madrileño dudé, porque si bien no era santo de mi devoción me dije a mí misma: "no podés ser tan prejuiciosa, dale al flamenco su oportunidad". Así que pagué con dolor los 60 euros y fui bajo la consigna "prefiero arrepentirme de lo que hice y no de lo que no hice".
Aún no había un grupo definido, así que todos los asistentes (recolectados en distintos hoteles) eran totales desconocidos, excepto una brasileña muy macanuda, a quien seguí a la hora de elegir mesa. Con tanta mala suerte que de las 10 personas que estaban sentados a la mesa, era la única argentina.
Entonces se pusieron a hablar todos juntos y a los gritos, como lo hacen siempre los brasileños, a una velocidad tal que me resultaba imposible pescar siquiera el hilo de la conversación.
Cuando tocaron el tema político en Brasil (gracias a la traducción que me proporcionó mi "conocida") y profundizaron en el tema, dejé que mi cabeza se relajara y me fui mentalmente muy lejos del lugar. No tenía sentido hacer tanto esfuerzo por comprender un tema en el que ni siquiera hablado en mi propio idioma hubiera podido opinar.
Entonces comencé a estudiar el lugar. Demasiado pequeño para la cantidad de gente que había. Unas mesas redondas en torno a un pequeño escenario bajo y un calor asfixiante, calefacción de aire acondicionado. Oscuridad absoluta, excepto por unos reflectores. Con tanta puntería que uno me daba justo en la cara, lo que me obligaba a permanecer agazapada todo el tiempo, para evitar encandilarme.
En una mesa próxima, un pobre preadolescente gordito iba obligado junto a sus padres. Llevaba auriculares puestos. Lo consideré como una falta de respeto  de los chicos y de los padres.
Al fin comenzaron a servir la cena... la cena más cara del mundo!!
Primer plato un surtido berreta de fiambres, con un plato de ensalada al medio como para que los 10 pellizquemos. Segundo plato a elección: carne o pescado.
No sé cómo habrá estado el pescado, pero la carne además de estar fría, era una costeleta tirada en la plancha (hasta yo me animo a hacerla mejor), un par de espárragos sin gusto a nada y alguna verdurita más perdida en el enorme plato vacío.
Todo rociado con vino tinto, pero sin consideración hacia quienes no nos gusta el vino. Ni gaseosa, ni cerveza, ni nada más. Al que no le gustaba el vino le quedaba por tomar agua.
El postre también escaso y sin gusto. Y ahí comenzó lo peor.
Se presentaron al escenario tres músicos y tres bailarines. El guitarrista era bueno, el otro un percusionista y un cantante, de esos que gritan como si les estuvieran apretando sus partes pudendas con una tenaza.
Los bailarines, una chica joven de vestido berreta y dos hombres con zapatos pelados.
Y ahí nomás empezó la tortura...
El primer tema estuvo bueno, pero el segundo era igual al primero, y así el tercero y el cuarto. Todo monocorde, por momentos agresivo, pero sin alternancia.
Y no entiendo la música, si es un lamento o si es reclamo y enojo, porque la chica tenía tal cara de mala que hasta miedo me dio que bajara del escenario y nos pegara!!
Para el tercer tema, chorreaban transpiración y pensé que habría un cambio de bailarines o al menos un cambio de ropa, pero no, fue sólo una ilusión.
Para entonces miraba al gordito de auriculares con mucha envidia. Se los hubiera quitado con gusto, para escuchar otra cosa.
Intenté entretenerme con el celular... buscando noticias en Facebook o navegando al menos por internet. No había wi fi.
En eso me toqué una oreja y noté que se me había caído un aro. A los 60 euros malgastados se agregaba la pérdida de un aro!!! Empecé a buscarlo en el piso con desesperación como si hubiera sido de oro y diamantes.
Mi compañera brasileña preguntó qué se me había perdido (eso creo, por lo que entendí) y también se agachó, iluminando con su celular. Evidentemente estaba tan embolada como yo.
No lo encontramos, y mi furia iba in crescendo.
Cuando la tortura se había hecho insostenible, de repente sonó en el salón "Bamboleiro" de los Gipsy Kings y me dije "al fin una que me gusta!!!" y alegremente saludaron y se acabó.
Eran las 11. El espectáculo había durado unos 45 minutos, siendo generosa.
Para mí fue una eternidad, pero en principio nos habían dicho que terminaba a medianoche. Así que sentí a la vez alivio y rabia por haberme dejado asaltar tan alegremente.
Se ve que el sentimiento era general, porque tuvieron que encender las luces y arengar a la gente a salir, ya que todos esperaban algo más.
Salí con una furia tal que ni siquiera sentía el frío.
¿El aro?... estaba entre mis pechos, sujeto al corpiño (al menos la pérdida no fue total)
Lo peor es que el hombre es el único ser que tropieza dos veces con la misma piedra... en Granada reincidiría... en una zambra gitana!!! Pero eso es tema de otro post.

4 comentarios:

  1. No me alegra que no lo hayas disfrutado. Todo sirve de experiencia! Yo no habría gastado ese dinero en algo que no me gustara, pero tampoco estoy en tu lugar. Gracias por el relato!

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    1. Siempre soy de la idea de hacer todo lo que se ofrece como opcional en los viajes porque no sé si algún día volveré al lugar. Y, como escribí, prefiero arrepentirme por lo que hice que por lo que no hice.
      Sólo que esta vez fue un fiasco!!!

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  2. Tampoco me gusta el flamenco. Nunca lo entendí, porque no sé qué dicen ni por qué gritan tanto. Ellas bailan con modales bruscos, casi masculinos y ellos, lo contrario. Prefiero la música del norte de España. Admiro tu coraje y determinación, hasta desafío, diría, de ir a una cueva y pagar por ello. Por eso te felicito!

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    1. En un principio tengo entendido que fue un baile masculino, sólo después las mujeres comenzaron a bailarlo.
      Tampoco lo entiendo, pero sinceramente el espectáculo completo me pareció una estafa. Habiendo pagado el precio que pagamos, te guste o no, merecíamos algo de mayor calidad.
      La experiencia en la cueva quedará para el próximo relato... ésa fue peor!!! ja ja

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