martes, 16 de junio de 2015

Mi primera entrada en triple al viejo mundo


La primera vez que viajé a Europa era una pendeja inconsciente. Tenía 16 años y si bien era bastante centradita para mi edad, era lo suficientemente inmadura como para disfrutarlo a pleno.
Pese a todo, quedé impactada con esas tierras. Con la belleza natural, sí, pero fundamentalmente, con todo ese patrimonio histórico... la arquitectura!!!!! 
Siempre me fascinó observar esas construcciones milenarias y pensar todo aquello de lo que fueron testigos esos muros, que aún siguen en pie. Algo asombroso para una argentina, teniendo en cuenta el desprecio que hay por aquí de todo lo antiguo y lo histórico. Somos los capos de la demolición y del deterioro progresivo, del descuido y la desvalorización.
Lo que no me impresionó positivamente fueron las condiciones en que hice ese viaje.
Inicialmente había sido proyectado para mi mamá y para mí, pero ella ya comenzaba con su larga lista de problemas de salud, así que terminé viajando con mis tíos, a quienes conocía poco y nada, así que eran casi extraños para mí. 
Pero entonces mi política era la de no importar con quién con tal de viajar y conocer, así que hice mi valijota (en ese entonces ni siquiera existían las de rueditas y ultra livianas; todo era pesado de cargar) y me embarqué rumbo al viejo mundo, en lo que sería mi primer viaje en avión y mi primera experiencia en el exterior.
Mi madre no era ninguna liberal, no crean, así que la única condición que puso fue que durmiera junto a mis tíos. Y, amigos míos, en Estados Unidos las habitaciones triples y cuádruples son moneda corriente, pero en Europa (y en 1986) una triple sólo tenía un significado:  matrimonio + niño.
De esa manera me tocó dormir en las cuchas más terribles que se puedan imaginar!!! Camitas diminutas en las que mis metros de patas asomaban en la punta, hasta un catre en la glamorosa París!!!! Sí, un catre, de ésos de maderas cruzadas en x y lona al medio!!
Tenía tal mufa al llegar a la ciudad luz, que la odié y nunca pude regresar (no aún), porque encima era donde más permaneceríamos... 4 noches. Sí, cuatro noches durmiendo en el catrecito como si estuviera en un rancho en medio de la Pampa!!!!! Y ojo que el hotel era lo más chic que puedan imaginar...
Como si fuera poco, mi tío roncaba como un concierto de motosierras, así que sólo conciliaba el sueño gracias al cansancio que tenía.
Cuando visitábamos los palacios, mis compañeros de viaje -entre risas-, al llegar a los aposentos reales, me gritaban: "Ahí tenés una cama... tirate!!" 
Tal era mi bronca que el día que el grupo fue a conocer el Arco de Triunfo me quedé durmiendo la siesta!! Y me negué rotundamente a ir al Lido (donde gracias a mi contextura física podría pasar como mayor de edad -al igual que lo hice en el Casino de Montecarlo-) aduciendo que no tenía interés.
Y si odié París, Lourdes me tenía reservada una sorpresita algo peor. Esta vez mi cama era un cajón. A ver cómo me explico... como si sacaran un cajón de una gran cómoda, le pusieran dentro un colchón finito y sábanas y allí tuvieras que dormir.
Era realmente como estar en un cajón mortuorio, con los brazos ajustados cruzados en el pecho, cual fiambre esperando su sepultura.
Allí me rebelé y exclamé: ¡¡Ah noooo... Acá no duermo!!
Mis tíos, con resignación, apagaron la luz sin responder a mis rezongos y ahí quedé en la oscuridad, sentadita en el cajón con la trompa hasta el piso... y evidentemente me debe haber vencido el sueño porque al día siguiente desperté acostadita, con los brazos incrustados en esa madera que olía a vejestorio y con dolor en todas las articulaciones.
Fue en un hotel recién inaugurado de Amsterdam que mi sueño se hizo realidad y el coordinador muy apenado nos informó que no había habitaciones triples, por lo que se me asignaría una single... para mí solita!!!!!!
Mi tía miró con cara de preocupación y repetía "la nena sola no..." Por un momento temí que le dieran la single a mi tío y terminara en una cama doble con ella, pero no!!!... Tuve mi propia habitación!!!!!!!! Y fue simplemente glorioso!!
Creo que si entonces hubiera entendido cuánto amaba la independencia y la importancia que tenía para mí, me hubiera ahorrado unas cuantas decepciones amorosas y unos cuantos proyectos alocados en mi vida. Pero para eso está la madurez, e hicieron falta varios años para proclamar mi liberación y decidir que era tiempo de vivir como yo quería.
Hoy viajo sola, y es la mejor forma de planificar, recorrer, conocer y hacer nuevos amigos, sin presiones ni limitaciones de afuera (excepto el laburo... y el bolsillo!!!)

6 comentarios:

  1. Tus sueños se hacen realidad en Amsterdam!!! A seguir disfrutando de las vacaciones, sola o acompañada, pero con felicidad!!!

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  2. ¿Sabés que no lo había pensado? Definitivamente, mis sueños se hacen realidad en Holanda!!!!

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  3. Seguí soñando que pronto estarás allí!!!

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  4. No entiendo cuàl era el miedo de tu mamà y tus tíos. ¿"La nena sola no"? ¿No te tenìan confianza a vos? ¿No le tenìan confianza al hotel? Es cruel, con lo alta que sos, hacerte dormir mal todo el viaje porque "La nena sola no". :(

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    1. Curiosamente, se me ocurriò lo mismo. Cuando leí "la nena sola, no" pregunté en vos alta (a la pantalla, porque estoy sola) ¿¿Por qué no??!! Pensaban que ibas a tener miedo?? O que te ibas a fugar para ir a atorrantear por ahí?? :( Rita

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    2. No, no era una cuestión que tuviera que tener con mi miedo. La del miedo era mi mamá, que aún ahora, que tengo 45 años cumplidos, sigue tratándome como "la nena" y se sigue preocupando cuando viajo sola por ahí.
      La nena ya creció... y bastante!!!!!! sólo que para nuestros padres siempre seremos los bebés ji ji

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