jueves, 4 de junio de 2015

El peor viaje de mi vida!!



Anduve tanto y visité tantos destinos fantásticos, que si hoy me preguntaran cuál fue el mejor viaje de mi vida no podría responder. Eso sí, podría afirmar sin titubear, cuál fue mi peor viaje: el Caribe venezolano!!!
Corría el año 1997 y con una amiga planeamos conocer el Caribe. 
¿Quién no sueña con ese destino de verdes palmeras, arenas blancas y aguas tibias cristalinas?
Cuando comencé a hacer averiguaciones, se agregó a la comitiva mi sobrina, entonces menor de edad, aprovechando el poder que los padres me habían otorgado un par de años antes para sacarla del país.
Costa Rica, Punta Cana (tan de moda en esa época) y Cartagena de Indias estuvieron entre los destinos en danza, pero ¿qué elegimos?... la isla Mierdarita!!! Perdón, la isla Margarita, en Venezuela.
No sé qué se nos pudo cruzar en la cabeza para hacer semejante elección. No fue el costo porque a lo sumo la diferencia entre un lugar y el otro eran 100 dólares (cuando teníamos el dichoso 1 a 1)
Pero ahí partimos las tres ingenuas, preparadas para hartarnos de ver tanta palmera y playa paradisíaca.
Unos vouchers que llegaron a último momento (horas antes de nuestra partida) y una demora de casi 7 horas en Ezeiza a causa de desperfectos técnicos en el avión sólo fueron el prólogo de todo lo que nos esperaba en esa isla endemoniada en la que bien pudieron inspirarse para escribir la serie "Lost".
Después de chotocientas horas de un viaje de terror (los vuelos charter son una verdadera maldición!!) arribamos a nuestro destino.
Lejos de ser la isla de la fantasía, apenas se pudieron ver entre las nubes las primeras imágenes de nuestro destino, sólo una pregunta me invadió: ¿adónde se fueron las palmeras???
La isla era un gran desierto, arena y más arena. Tratando de conservar el optimismo, me pregunté si acaso el aeropuerto estaba al otro lado, del lado seco y árido, pero todo se veía igual.
El aeropuerto era casi tan grande como mi casa y allí nos esperaban un par de personas para subirnos a la traffic y comenzar el recorrido del “tren fantasma”.
Apenas estuvimos a bordo de la incómoda leonera, una guía empezó con las recomendaciones: que la isla era peligrosa, no había que alejarse de los complejos hoteleros (¿acaso los nativos eran caníbales?), recomendaban no visitar la feria en la capital, no tomar agua porque no era potable, no meterse demasiado en el mar porque era bravo, tener cuidado con el sol, etc. etc. etc.
¿¿¿Cómo caímos acá???, me pregunté, ¿En qué momento de inconsciencia habíamos descartado República Dominicana o Costa Rica?
Llegar al hotel fue la primera buena noticia que habíamos tenido en las últimas 24?... ¿36?... ¿48? horas. Al menos se veía firme, cómodo y limpio.
Llegamos a la habitación con el último aliento. No puedo describir el calor que hacía. A juzgar por la temperatura que hacía, el aire acondicionado no debía funcionar bien. 
Sólo queríamos bañarnos para sacarnos toda esa cracha y olor a viajero que traíamos hace tanto tiempo. Pero las valijas no habían llegado con nosotras a la habitación…
Esperamos un tiempito prudencial hasta que levanté el teléfono y las reclamé a conserjería. Nos aseguraron que en unos minutos estarían, pero los minutos pasaban y no aparecían. 
Enojada, opté por ir personalmente a reclamarlas y mis compañeras de viaje me siguieron cual dos secuaces. Allí estaban, en medio del amplio lobby, sólo tres valijas: ¡las nuestras!
Cuando pregunté por la demora, muy frescos me respondieron que era la hora del almuerzo, así que todos los empleados estaban… comiendo!!!!!!!
No podía creerlo. Quisimos cargar nosotras las valijas pero “nooooooo, eso no es para señoritas!!” Cómo será la cara que les hice al tiempo que no soltaba la manija, que ahí dejaron de comer y supongo que pensaron “mejor que las llevemos o ésta nos emboca!!” (traducido al venezolano, ¿no?)
Más tarde, más frescas y descansadas, salimos a explorar. El complejo era muy lindo. Se habían esforzado (tal vez fuera tarea de varias generaciones) en forestar, así que al menos allí teníamos algo verde para ver. Caminamos hacia la playa un senderito interminable hasta llegar al mar. 
Al llegar a la orilla no puedo narrar semejante decepción.
Mar del Plata era Jamaica al lado del panorama que se nos presentó. Viento patagónico, olas para practicar surf y unas aguas y arenas dignas de las playas de Coronda!!!
¿Nunca les ocurrió eso de querer negar la realidad hasta el último momento? Pues yo estaba en ese estado. “Tiene que haber otra playa”, afirmé muy canchera. Y caminé, caminé, caminé, pero más me alejaba del hotel y peor era la calidad de la arena y las aguas, por no hablar de lo inhóspito del paisaje.
En los días siguientes tratamos de llenar las horas con actividades, desde las propias del hotel (esas ezquizofrénicas como gimnasia, juegos, shows) hasta excursiones. Lo hicimos todo por huir de esa playa. Aunque teníamos tela para no aburrirnos… como la alergia al bronceador que dejó los ojos de mi amiga rojos e hinchados, o la intoxicación que pesqué en los últimos días y me hizo perder una excursión ya pagada.
Lo mejor que vimos en esos días fue Los roques, un archipiélago coralino donde hicimos snorkel con mi sobrina. Eso era lo que esperábamos encontrar en aquel horroroso lugar!!
Claro que el viaje no fue sencillo. Fuimos en una avioneta destartalada que dudé hasta el último momento que fuera a levantar vuelo (la inconsciencia de la juventud, como dicen) Creí que íbamos a tener que sacar los pies al estilo Picapiedras para darle envión!
Flechadas como camarones, descompuestas por el agua y la comida y agotadas, nos cruzamos con un par de cordobesas en la playa del hotel que nos dieron una aliciente: “Al menos ustedes se van en una semana… y nosotras, que vinimos por 15 días???”, decían con resignación.
Otra de las excursiones interesantes fue por el río, en la zona de los manglares (esos árboles medio selváticos que tienen sus raíces fuera del agua) Mientras viajábamos en esas lanchitas diminutas, masticadas por los mosquitos, los lancheros nos decían como gracia que solían descomponerse los motores y quedarse allí hasta que otro fuera por nosotros. Yo sólo pensaba que tocar con un solo dedo del pie esa agua turbia y moría en el instante!! ¿Todo tenía que ser tan “aventurero”? No soy una persona aventurera, quiero comodidades, suelo firme y atención de reina. Si no, me quedo en mi casa… sólo que entonces estaba tan lejos!!!
El último día (glorioso por ser el último!) averigüé por teléfono quién nos pasaría a buscar porque la única noticia local que se escuchaba en televisión es que había paro del personal de aeropuertos. Me respondieron que una combi pasaría por nosotras en la mañana.
Por supuesto que, terminada la estadía, nos cortaron la pulserita que nos habilitaba a tener pensión completa en el complejo y nos echaron de las habitaciones.
Un rato aquí y allá, quedamos aguardando que nos fueran a buscar. Después del mediodía ya comenzaba a picar el bagre y nadie aparecía. Parecíamos “Anita la huerfanita”, abandonadas a nuestra suerte por tres, sentadas al lado de las valijas preguntando a cada chofer que arribaba si nos buscaba a nosotras. Ninguno era el nuestro.
Al fin, a la tardecita, apareció un gordito que se apiadó de nosotros y nos cargó!! Pensamos que no llegaríamos a tiempo a tomar el vuelo pero nos equivocamos. El tipo agarró esas curvas con precipicio a "velocidad montaña rusa", hasta arribar con vida después de rezar el rosario completo!!!!
El aeropuerto era un caos. Si había capacidad para 100 personas, allí había unas 1500. Nadie sabía si saldrían los vuelos, a qué hora, qué haríamos si no salían, nada. En el teléfono de la agencia nadie respondía.
A esta altura el eco que había en nuestros estómagos vacíos era para el Guiness. No habíamos comido bocado desde el desayuno y ya estaba anocheciendo. No manejaban dinero en el hotel así que no habíamos podido almorzar allí. Tampoco había ningún kiosco o restaurant a mano, por lo que habíamos llegado en ese estado al aeropuerto.
Decidida dije “voy a comprar unos sandwiches” pero desistí al instante. Cientos de turistas hambrientos hacían cola frente al restaurantito del aeropuerto. Nunca nos tocaría el turno.
A las 10 y pico de la noche anunciaron nuestra partida. Respiramos aliviadas al poner los tres tristes culos cansados en los asientos del avión. Éramos tres despojos de seres humanos y nuestros estómagos, una verdadera sinfonía. Ni siquiera sabíamos si nuestros equipajes estaban viajando en el mismo avión o no, pero al menos estábamos en camino.
Despegamos al fin y fue la primera vez que ansié tanto dar por finalizadas mis vacaciones. Cerca de medianoche trajeron la cena y ahí nuestra felicidad fue completa.
Terminamos la travesía prendidas a la bandejita del avión, cual tres famélicas recién salidas de un campo de concentración.
Me dije "Caribe... ¡¡¡nunca más!!!"... pero años más tarde sería reincidente.

6 comentarios:

  1. Estás segura que fuimos juntas? jajaja No tengo tantos viajes como para compararlos con éste, pero fue mi primera travesía en avión y al extranjero y desde el momento que viaje a Santa Fe para solicitar el pasaporte, tres meses antes de partir, estuve feliz. Lamento que lo recuerdes de esta manera. Festejamos tu cumpleaños juntas, en Venezuela y saboreamos varios tragos de la barra... Disfrutamos de la pileta del hotel y de los turistas europeos más pintorescos... El viaje de vuelta, en la camioneta vieja, a toda velocidad y con la música caribeña al máximo volumen, fue inolvidable. Los aeromozos que nos atendieron en el viaje de vuelta, estuvieron corteses y por lo menos, el avión era uno de los más grandes... Volví con dos kilos menos de peso y muy "empachada" porque probé todas las delicias del restaurante internacional. Lo más triste fue regresar a la Argentina y enterarnos de la muerte de Cabezas, aún sin justicia...

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    1. Y sí, son distintas percepciones. Para vos fue la experiencia y la ilusión del primer viaje al extranjero. Yo por ahí soy una viajera un poco más exigente y hay cosas que no me banco, como el mal servicio, la parsimonia y me revienta que me engañen. Porque si te muestran folletos de playas pobladas de palmeras y arenas blancas y después es un semidesierto con arena gruesa, es una estafa!!!
      Me gusta ver lo que me anticiparon que vería y no llevarme sorpresas desagradables!!!

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  2. No todo el Caribe es así. Hay lugares realmente maravillosos.

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    1. Hay lugares maravillosos, pero lamentablemente en lo que conozco no pude encontrar aún buen servicio...

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  3. Tanta gente suele viajar allí que no me imaginé nunca tantas "aventuras". Menos mal que reincidiste, así que espero ansiosa "Caribe II".

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    1. Cuando pensás que viste todo lo que tenías que ver (todo lo que podría salir mal y efectivamente salió peor), tenés que viajar a Cuba. Y ahí superarás tu capacidad de asombro!!!

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